Archive for January, 2009

Esta Gran Salvacion (parte 2 de 2)

Friday, January 30th, 2009

Del libro Esta Gran Salvacion, capitulo 1

El Poder de la Teología

Ocurre una transición crucial en Romanos 8:31. Pablo pregunta: “¿Qué diremos frente a esto?” Resulta que Pablo tiene mucho que decir en los próximos nueve versículos. Y una vez que nos familiaricemos con el conocimiento de antemano, con la predestinación, con el llamado, con la justificación, y con la glorificación, podremos responder a esta gran salvación con la misma intensa convicción de Pablo. Considera esto.

Dios está de nuestra parte (v. 31). ¿Podría ser cierto esto? Si comenzaste este capítulo inseguro de la predisposición de Dios, no lo dudes más. El está de tu parte. El ha demostrado eso convincentemente, como veremos dentro de unos cuantos párrafos. La base para entender si Dios está de nuestra parte o no, no es subjetiva. Nuestro estado emocional no tiene importancia. El hecho objetivo y eterno del asunto es que Dios está de nuestra parte.

¿Quién puede estar en contra nuestra (v. 31)? )? Esta promesa podría fácilmente ser malinterpretada. Pablo no dice que nadie jamás se opondrá a ti. De hecho, ¡tanto él como Jesús garantizaron todo lo contrario! Sin embargo, nadie que esté en tu contra triunfará al final porque Dios está de tu parte. Ningún adversario puede desafiar con éxito la soberanía de Dios.

Considera las implicaciones de esta declaración. Quizás estés en una situación de trabajo en la que tu jefe parece tener algo personal contra ti. Quizás él hasta ha promovido a otros sin tomar en cuenta el hecho de que tú eras el más calificado. Esa puede ser una prueba muy difícil. Entonces, ¿qué puedes hacer en esa situación? Podrías comenzar a buscar otro trabajo, o ir a casa y aliviar tu tensión observando los peces tropicales en la pecera por un rato. Pero hay una manera mejor: Recuérdate que el Dios soberano está de tu parte. No importa lo que haga tu jefe, el Dios Todopoderoso está de tu parte y su propósito para tu vida no será frustrado.

Si puedes comprender esto, te garantizo que mañana irás a tu trabajo con una actitud diferente. ¡En vez de resentirte o resistir a tu jefe, te sentirás motivado a servirlo! Una transformación tan dramática sólo puede ocurrir si es que tú has comprendido lo que es el conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación. Un correcto entendimiento de las doctrinas de la gracia cambiará para siempre la forma en que ves y respondes a las circunstancias. En vez de vengarte de tus adversarios, podrás amarlos, orar por ellos, y servirlos.

Ni siquiera Satanás puede lograr oponerse a nosotros. Después de todo, tendemos a exagerar su poder y autoridad. Debemos estar conscientes de él y guardar cierto grado de respeto a sus artimañas, pero él es un ser creado. El no puede hacer nada sin obtener el permiso de Dios. Y escucha bien, Dios no es indiferente a tu situación. El te ha escogido. El te conoce por nombre. El está de tu parte.

Dios entregó a su propio Hijo por nosotros (v. 32). Si necesitas prueba de que Dios está de tu parte, sólo mira a la Cruz. No puedo imaginarme el dolor que habrá sentido el Padre cuando oyó a Jesús clamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El desamparó a su propio Hijo para que nosotros podamos conocerlo como Padre y no seamos desamparados jamás. ¿Qué más demostración necesitamos? Esa sangrienta figura colgó ahí en la Cruz para hacer esta eterna proclamación: “¡YO ESTOY DE TU PARTE!”

Nadie puede acusar a los que Dios ha escogido (v. 33). Puede ser que estés entre los que saben lo que es el tormento de la acusación. Los pecados y fracasos pasados te vienen a la mente implacablemente. No importa cuántas veces confieses tu pecado, el recuerdo de lo que has hecho siempre regresa. Pero el versículo 33 es una declaración legalmente obligatoria: “¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica”. El santo y justo Juez de todos ha pronunciado un veredicto que no puede ser revocado. El ha declarado que por el sacrificio expiatorio de su Hijo, tu estás ahora justificado ante él. Cada vez que oigas acusaciones, afirma y declara que has sido justificado por la obra consumada de Cristo.

¿Quién condenara (v. 34)? Aunque estar libre de las acusaciones demoníacas es importante, el hecho de que Dios mismo no nos condenará es de mucha mayor importancia. En ese día cuando toda rodilla se doblará ante el trono del juicio de Cristo, una innumerable multitud oirá las horrendas, irreversibles palabras: “Jamás los conocí. Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Dios no quiere decir esto a nadie. El ha puesto la Cruz justo en medio de nuestro camino para que no tengamos que oír esas aterradoras palabras. Pero los que neciamente la han pasado de lado, los que se han negado a someterse a ella, serán sentenciados al tormento eterno. Pero debido a que tú has recibido el sacrificio expiatorio de Cristo, nadie puede lograr acusarte–no sólo en esta vida sino en ese crítico momento cuando estés ante el trono del juicio de Dios.

No hay ninguna otra manera más eficaz de luchar contra la condenación que concentrarse en la Cruz. Si a ti te falta seguridad o aceptación, llena tus pensamientos, tu corazón y tu alabanza con la Cruz de Jesucristo.

Jesús intercede por nosotros (v. 34). Además del hecho maravilloso de que estuvo dispuesto a morir, nuestro Señor ora por nosotros desde su puesto de autoridad a la diestra del Padre. El no está esperando pasivamente hasta el fin de los tiempos, consultando su reloj de vez en cuando. Ni tampoco está solamente descansando y recibiendo el sacrificio de nuestra alabanza y nuestro servicio. Durante toda tu vida, el intercede por ti–mencionándote por nombre.

¿No te anima saber que Jesús mismo está orando por tus necesidades en este preciso momento?

Nada nos apartará del amor de Cristo (v. 35-39). Cuando Pablo dice que nada, él quiere decir nada. La tribulación. La angustia. La persecución. El hambre. El peligro. La muerte. Ninguno de éstos puede interponerse entre nosotros y el amor de nuestro Señor.

Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor (Ro. 8:38-39).

Cuando nos asedia la acusación o nos persigue la adversidad, puede que nos sintamos separados del amor de Dios, como si el nos hubiera abandonado. Un entendimiento de lo que es el conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación nos libra de la noción no-bíblica e inútil dependencia de nuestras fluctuantes emociones del momento.

Conozco a un hombre en Inglaterra que pudo haber reaccionado a sus circunstancias culpando a Dios. Conocí a Henry años atrás en una conferencia. El es un respetado maestro de la Biblia y autor en Inglaterra y es un hombre de carácter probado. En el curso de nuestra relación a través de los años me he sentido impresionado con la bondad y solicitud que demuestra consistentemente.

Durante una reciente visita a Inglaterra supe que la esposa de Henry tenía una seria enfermedad y que no se esperaba que viviera más de seis meses. Me sorprendí al verlos presentes en la conferencia. Todavía más sorprendente fue el gozo tan evidente en sus rostros. Casi era increíble la forma en que ministraban a los demás. En vez de aislarse en la autocompasión, seguían sirviendo normalmente. Me sentí profundamente afectado.

Henry y yo nos encontramos en el desayuno una mañana durante la conferencia. “C.J.”, me dijo, “estoy seguro de que ya sabes lo que le sucede a mi esposa. He buscado a Dios, yo lo he visto sanar a muchas personas, pero no tengo palabra de que ella será sanada”. Yo no sabía qué decir. Pensaba: ¿Cómo puedo responder? La próxima vez que lo vea, su esposa ya no estará con él.

Resultó que no fue necesario que dijera nada, porque durante los próximos 15 minutos Henry compartió conmigo una valiosa lección de las Escrituras y de la historia de la Iglesia sobre el tema de la muerte. Citó a Charles Spurgeon, quien indicó estar más consciente de la gloria de Dios al estar al lado de un santo al borde de la muerte. También citó esta declaración de John Wesley de una generación anterior: “Nuestra gente muere bien”.

El pesar de Henry era evidente. No trataba de esconder su dolor. Pero él estaba convencido de que la muerte no podía separarlos, ni a él ni a su esposa, del amor de Jesucristo. Décadas de estudio y de impartir enseñanza sobre las grandes verdades del conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación los habían convencido de la soberanía y del amor de Dios. No temían. Estaban firmes. Cuando Henry se puso de pie y se alejó yo le comenté a un amigo: “Ese es el poder del entendimiento de la doctrina de la gracia que cambia la vida de una persona y la sostiene en medio de la adversidad”.

En otro punto de la conferencia me encontraba de pie detrás de Henry mientras él alababa a Dios. Se dio la vuelta y me dijo: “Estoy revisando mi colección de libros y tengo algunos libros seleccionados para ciertos hombres que quiero pasar a otras generaciones. Te voy a mandar un libro”. Henry no sólo estaba preparado para la muerte de su esposa, sino que se estaba ocupando en preparar a la próxima generación de líderes.

Don’t feel sorry for him. I was the one all broken up inside. There he was, worshiping with a soft smile on his face. Why wasn’t he bitter, depressed, complaining, or withdrawn? How could he minister joy to people in the midst of such deep, personal sorrow? Because Romans 8:38-39 was engraved on his heart: He knew that nothing could separate him from the love of Christ.

No le tengas lástima. Yo era el que estaba quebrantado por dentro. Ahí estaba él, alabando con una tierna sonrisa en su rostro. ¿Por qué no estaba amargado, deprimido, quejándose, o retraído? ¿Cómo podía él suministrar gozo a las personas en medio de un dolor tan profundo, tan personal? Porque Romanos 8:38-39 estaba grabado en su corazón: El sabía que nada podría apartarlo del amor de Cristo.

A medida que las verdades sobre esta gran salvación penetren tu corazón, el resultado será una habilidad para responder a la acusación y a la adversidad al saber y declarar que si Dios está de tu parte nadie podrá lograr oponerse a ti, que él te ha justificado, y que nada puede apartarte de su amor.

Si este libro tratara de explorar todas las cinco doctrinas que se subrayan en este primer capítulo–el conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación–tendría varios cientos de páginas más. (En realidad, ¡todavía estaríamos en el proceso de escribirlo!) Hemos optado por usar los próximos seis estudios para concentrarnos en una sola: la magnífica doctrina de la justificación por fe.

Más recursos: GospelTranslations.org.
By C.J. Mahaney. © Sovereign Grace Ministries. Website: SovereignGraceMinistries.org.

Esta Gran Salvacion (parte 1 de 2)

Friday, January 23rd, 2009

Del libro Esta Gran Salvacion, capitulo 1

¿Sabias?

Dos de los versículos en nuestro pasaje de Romanos muy bien podrían encontrarse en cualquier lista de secciones “más citadas” de la Biblia:

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo a su propósito. (v. 28)

¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? (v. 31)

Pero permíteme presentar algo para tu consideración. Yo creo que muy frecuentemente tratamos de exhortarnos y animarnos unos a otros con estos versículos sin entender el contenido de los dos versículos del medio. Es inútil tratar, pues a menos que comprendamos el contexto que ofrecen los versículos 29 y 30 no podremos apreciar totalmente las promesas en los versículos 28 y 31 y en el pasaje que los sigue. Examina detenidamente estos dos versículos esenciales:

Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. (v. 29-30)

Si hubieras llegado a mi casa el día que me robaron el automóvil y que mi microondas se averió, me hubieras aconsejado legítimamente que creyera que “Dios dispone todas las cosas para el bien”. Yo espero que hubiera respondido a esta verdad bíblica. Así mismo, tu podrías haberme exhortado a que rechazara el sentimiento de culpa que permaneció después de haber pedido perdón a Carolyn al recordarme que “si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica”. De nuevo, no hubiera podido haber negado la certeza de esta verdad. Pero si no se entienden dentro del contexto, estas promesas no pueden hacer nada más que efectuar un cambio o alivio temporal. Su eficacia está limitada hasta que comprendamos las doctrinas que contienen los versículos 29 y 30.

Al leer Romanos 8:28-39 vemos claramente que Pablo estaba convencido de las cosas que escribió. Él sabía que Dios dispone todas las cosas para el bien de su vida, a pesar de las pruebas y sufrimientos de naturaleza que jamás experimentaremos nosotros. (Pablo definía “bien” no en términos de placer y prosperidad personal, sino conforme la imagen de Cristo.) El sabía que Dios lo había justificado aún cuando experimentaba acusación. El sabía que nada–ni la adversidad, la tribulación, la acusación, la persecución demoníaca, la muerte misma–podría separarlo del amor de Cristo (v. 35). ¿Qué le daba tal confianza y seguridad? Era su íntima familiaridad con estas cinco importantes doctrinas: conocimiento de antemano, predestinación, llamado, justificación, y glorificación.

Ese mismo grado de convicción y fe te llenará al meditar en el contenido de los versículos 29 y 30. Cuando vengan las acusaciones tu podrás responder con confianza: “Dios es el que justifica”. Podrás decir con toda certeza: “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman”, aún cuando estés experimentando circunstancias que parecen confusas, aturdidoras, y hasta contradictorias a lo que deseas.

Pablo basaba su confianza en las cinco doctrinas que cita Romanos 8:29-30: conocimiento de antemano, predestinación (o elección), llamado, justificación, y glorificación. En estas palabras tenemos una descripción del plan soberano y redentor de Dios.

Si lees cuidadosamente, notarás que Pablo usa el pasado pretérito en la lista de estas doctrinas (ej., “a los que predestinó, también los llamó”). No hay nada indeciso ni especulativo en estas declaraciones. Todo aspecto del plan redentor de Dios se menciona como si ya se hubiera cumplido en nuestra vida. Esa es la eterna perspectiva, según lo ha notado el conocedor de la Biblia F.F. Bruce:

El conocer de antemano y predestinar pertenecen al eterno consejo de Dios; el llamado y la justificación han sucedido en la experiencia de su pueblo; pero la gloria, en lo que concierne a su experiencia, está en el futuro. Entonces ¿por qué Pablo usa el mismo tiempo pasado para esto que usa para los otros hechos de Dios? Quizás está imitando el uso hebreo del ‘pasado profético,’ en el que un evento predicho se toma como tan seguro que se describe como si ya hubiera ocurrido. Como asunto de historia, el pueblo de Dios todavía no ha sido glorificado. Pero en cuanto al decreto divino, su gloria ha sido determinada desde la eternidad.

Yo tuve una experiencia hace varios años que quizás ayude a clarificar todo esto. Como procedente de la zona de Washington, D.C. y ávido aficionado a los deportes, yo tenía más que un ligero interés en el partido de fútbol americano del Superbowl de 1988 entre los “Redskins” de Washington y los “Broncos” de Denver. También era un tanto cínico con respecto a la habilidad de los Redskins para desempeñarse bien bajo presión–especialmente después de ver al jugador de los Broncos, John Elway, dar un touchdown (similar a un gol en fútbol) de 80 yardas en la primera jugada. Pasé la primera parte del partido en cierto grado de tormento, el cuerpo contorsionado con cada jugada como si mis espasmos involuntarios y nerviosos pudieran mejorar el desempeño de los Redskins.

Poco después, los Redskins recuperaron el partido cuando Doug Williams lanzó cuatro touchdowns como nadie jamás lo había hecho antes. Poco a poco mi cinismo desapareció y el equipo pasó a ganar convincentemente.

Lo interesante es la manera en que miré el partido mientras se desarrollaba y la manera en que miré la grabación del partido en video. La segunda vez fue muy diferente. Yo estaba relajado. Estaba disfrutando lo que comía. Yo sabía cuál sería el resultado antes de comenzar a mirar el partido. No importaba cuánto celebraran los aficionados de los Broncos el rápido touchdown de Elway, yo sabía que en pocos minutos comenzaría la dominación.

¿Cuál es el punto? Dios conoce tan bien el futuro como nosotros el pasado. El quiere impartir esa certeza y seguridad en nosotros aquí en el presente. El quiere que nosotros sepamos que hemos sido justificados, que sepamos que el dispone todas las cosas para el bien, que sepamos que nada puede apartarnos del amor de Cristo.

¿Lo sabes tú? ¿Tienes la misma seguridad que tenía Pablo? ¿O acaso todavía dudas del plan o la providencia de Dios?

Dios quiere que nosotros acojamos y gocemos de su plan de redención como un hecho cumplido en nuestra vida. Aunque es cierto que nuestra glorificación todavía no ha sucedido–eso no pasará hasta que Jesús vuelva y recibamos un cuerpo nuevo. Pero nosotros debemos vivir en lo bueno de este plan que se nos presenta y que comienza en la eternidad pasada y se extiende hasta la eternidad futura.

El impacto en nosotros en el presente es que podemos vivir con certeza y estar seguros de que el que comenzó tan buena obra en nosotros la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. Cuando entiendes lo que es el conocimiento de antemano (aún al pequeño grado que es posible), cuando captas lo que es la elección, cuando aprecias el llamado, cuando te beneficias de la justificación, cuando anticipas la glorificación, entonces te das cuenta de que Dios está totalmente y obviamente de tu parte. ¡Nada te puede separar del amor de Jesucristo! Y aunque tu microondas se descomponga mañana o desaparezca tu automóvil, puedes saber con certeza que Dios dispone todas las cosas para tu bien porque amas a Dios y has sido llamado de acuerdo a su propósito.

Por el resto de nuestra vida y por toda la eternidad nos maravillaremos de estos aspectos del carácter y el plan de Dios. ¡Cuán indignos somos de su conocimiento de antemano, su predestinación, su llamado, su justificación, y su glorificación! Aunque todo se podrá entender mejor una vez que seamos glorificados con él, no estaremos menos maravillados de nuestra gran salvación.

Pero no esperemos hasta el final de la vida. Explorar nuestra gran salvación ahora hará una gran diferencia en la manera en que respondemos a la acusación y la adversidad mientras cumplimos con el propósito de Dios.

Vamos a mandar Parte 2 la semana proxima

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Un Interés por Promover el Discipulado y Crecimiento Cristiano

Friday, January 16th, 2009

Del libro Nueve Marcas de una Iglesia Saludable, capitulo 8

Crecimiento Cristiano

Otra marca que distingue a una iglesia saludable es un interés profundo en el crecimiento de la iglesia, pero no solo en el sentido numérico sino en el crecimiento espiritual de los miembros. Algunos piensan hoy en día que un cristiano puede ser un “bebé espiritual” por el resto de su vida. Parece ser, que para algunos discípulos, el crecimiento lo miran como algo opcional y no necesario. Pero el crecimiento es señal de vida. Los árboles que tienen vida son aquellos que crecen, y los animales que tienen vida son aquellos que crecen. El crecimiento involucra un aumento y avance. En muchas áreas la experiencia nos muestra que cuando algo deja de crecer, se muere.

Pablo esperaba que los corintios crecieran en su fe cristiana (II Co. 10:15). Asimismo, él esperaba que los efesios “crecieran en Aquel que es la cabeza es decir, Cristo” (Ef. 4:15; Col. 1:10; II Tes. 1:3). Pedro dio también esta exhortación a los primeros cristianos, “deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así por medio de ella crecerán en su salvación” (I Ped. 2:2). Es una tentación para los pastores reducir a la iglesia a una mero concepto estadístico de asistencia, bautismos, ofrenda y membresía, donde el crecimiento es tangible; sin embargo, tales estadísticas se quedan cortas del verdadero crecimiento del cual escribe Pablo, y el cual desea el Señor.

La Santidad es Evidencia del Crecimiento

En su Tratado Concerniente a las Emociones Religiosas, Jonathan Edwards sugiere que el verdadero crecimiento en el discipulado cristiano no es finalmente una mera emoción, en la cual se aumenta el lenguaje religioso o se aumenta el conocimiento de las Escrituras. Ni es tampoco un evidente incremento en gozo o en amor o en la preocupación por la iglesia. Aún, el aumento en el celo y alabanza por Dios, o la confianza plena en nuestra fe no son evidencias infalibles del verdadero crecimiento cristiano. ¿Entonces qué es? Según Edwards, aunque todas estas puedan ser evidencias de un crecimiento cristiano, el único signo tangible y cierto es una vida de santidad ascendente, fundamentado en el concepto cristiano de morir a nuestro “yo.” La iglesia debe ser marcada por el cuidado vital de este crecimiento piadoso en la vida de cada uno de sus miembros.

El Descuido de la Disciplina Impide el Crecimiento

Tal como hemos visto en la séptima marca, uno de los resultados inesperados como consecuencia del descuido de una disciplina adecuada en la iglesia es la mucha dificultad en hacer discípulos. En una iglesia con carencia de disciplina, los ejemplos no son claros y los modelos son confusos. Ningún jardinero planifica el plantar hierba mala. La hierba mala es intrínsecamente indeseable, y ella puede producir malos efectos para las plantas que la rodean. El plan de Dios para la iglesia local no permite que dejemos la mala hierba sin ningún control.

Creciendo Juntos en Comunidad

Los buenos testimonios de una comunidad de creyentes con un compromiso fuerte pueden ser muy buenas herramientas en las manos de Dios para el crecimiento de su pueblo. A medida que el pueblo de Dios crece y se fortalece en santidad y entrega total de amor, debe mejorar su habilidad de administrar disciplina y motivar el discipulado. La iglesia tiene la obligación de ser un medio para que el pueblo de Dios crezca en gracia. Si en lugar de esto encontramos lugares donde solamente los pensamientos del pastor son enseñados, donde Dios es más cuestionado que adorado, donde el evangelio se diluye y el evangelismo se tuerce, donde la membresía de una iglesia carece de significado, y un culto mundano alrededor de la personalidad del pastor es permitido, entonces será difícil esperar hallar una comunidad que sea unida o edificante. Tal iglesia ciertamente no traerá gloria a Dios.

Aparencias de un Crecimiento

Dios es glorificado en aquellas iglesias que están creciendo. Este crecimiento puede verse de muchas maneras: por el incremento de personas que son llamadas al campo misionero; por miembros antiguos que son refrescados con un renovado sentido de responsabilidad en su tarea evangelizadora; por miembros jóvenes asistiendo a funerales de miembros mayores motivados por el puro amor de los unos con los otros; por el aumento en la oración, y un deseo de disfrutar más predicaciones; por las reuniones de la iglesia que se caracterizan por genuinas conversaciones espirituales; por un aumento en las ofrendas, y por ofrendantes dando sacrificialmente; por más miembros compartiendo el evangelio con otros; por padres redescubriendo su responsabilidad de educar a sus hijos en la fe. Estos son solamente algunos ejemplos del tipo de crecimiento de iglesia por el cual los cristianos deben orar y trabajar.

Dios es Glorificado en el Crecimiento

Cuando vemos ciertamente a una iglesia que está compuesta por miembros que están creciendo a la semejanza de Cristo ¿Quién se lleva el mérito o la gloria? “Dios… quien da el crecimiento. Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino solo Dios quién es el que hacer crecer” (I Cor. 3:6b-7; Col. 2:19). También la bendición final que Pedro escribió a los primeros cristianos fue expresada en modo imperativo: “crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A El sea la gloria ahora y para siempre! Amén” (II Pe. 3:18). Pudiéramos pensar que nuestro crecimiento nos traiga gloria a nosotros mismos. Pero Pedro lo sabía mejor. “Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación” (I Ped. 2:12). Obviamente, él recordaba las palabras de Jesús: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes”, aquí seguramente podríamos pensar que solamente quería hacer ver que es natural caer en la trampa de la auto-admiración, pero Jesús continuó: “y alaben al Padre que está en el cielo” (Mat. 5:16). Trabajar para promover el discipulado y el crecimiento es otra marca de una iglesia saludable.

Preguntas para Reflexionar

  1. Lea I Pedro 2:1-3. ¿Cuál es el anhelo de Pedro para estos cristianos? ¿Qué quiso decir con el término “crecerán” en su salvación?
  2. Algunas personas creen que “el crecimiento de la iglesia” significa tan solo crecer en números. Lea Hechos 2:41. ¿Por qué cree usted que está registrado el número de convertidos? Ahora lea el resto del capítulo 2. ¿Pudieron haber glorificado a Dios este número de convertidos si no hubieran crecido también en santidad? ¿Por qué sí o por qué no?
  3. El autor escribe que la mala hierba puede tener malos efectos para las plantas que la rodean. ¿En que formas negativas los miembros de una iglesia que estén carentes de disciplina o en pecado, pueden afectar el crecimiento de los cristianos a su alrededor? ¿Cómo pueden los buenos testimonios en una iglesia ser herramientas en las manos de Dios para el crecimiento de su pueblo? ¿Puede pensar en algunos ejemplos en su iglesia?
  4. ¿Cuáles son algunas de las formas en que Dios puede ser glorificado a través de una iglesia espiritualmente madura? ¿Cuántas de estas características ha visto usted consistentemente en la vida de su propia iglesia?

Más recursos: GospelTranslations.org.
By Mark Dever. © 9Marks. Website: 9marks.org.

El Deleite de Dios en Todo lo Que El Hace

Friday, January 9th, 2009

Salmos 135:6

Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos

Esta nueva serie de mensajes sobre los deleites de Dios se fundamenta en dos hipótesis.

1. La primera hipótesis es que “el mérito y la excelencia de un alma se mide por el objeto de su amor.” (Henry Scougal). Si esto lo aplicamos a Dios, podemos decir que una manera de contemplar el valor y la excelencia de Dios es meditar en lo que Él ama.

En otras palabras, diríamos que la medida de la dignidad de Dios está determinada por aquello en lo que Él se deleita. O también podríamos decir que la grandeza de la excelencia de Dios se corresponde con lo que Él disfruta. Lo que deleita a Dios nos muestra lo bello y lo precioso de su carácter.

2. La segunda hipótesis es que mientras reflexionamos profundamente en el valor y la excelencia de Dios, o sea, mientras meditamos en su gloria, somos cambiados poco a poco a su semejanza.

“Pero, nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2da Corintios 3:18)

Así que mi meta durante estas doce semanas es enfocar nuestra atención en los deleites de Dios revelados en las Escrituras con la esperanza de que ustedes verán en ellas algo de la medida infinita del valor y de la excelencia de Dios; y que viendo esa gloria, puedan crecer paso a paso a su imagen. De tal modo que tanto en casa como en el trabajo o en la escuela las personas puedan ver sus buenas obras y dar gloria a vuestro Padre celestial.

Que al describir sus deleites en la predicación, que al contemplar su gloria al escuchar; que al acercarnos a su semejanza en la meditación; que al presentar su dignidad al mundo; Dios bendiga por gracia el ministerio de su palabra en estas semanas.

La semana pasada pusimos énfasis en el deleite que Dios el Padre tiene en su Hijo. Es la lección más importante para aprender de esa verdad: Dios es y siempre ha sido un Dios extremadamente feliz. Él nunca se ha sentido solo. Siempre se ha regocijado con satisfacción sobreabundante en la gloria de su Hijo. Se podría decir que el Hijo de Dios siempre ha sido el escenario de las excelencias de Dios o el panorama de sus perfecciones. Es por esto que desde toda la eternidad Dios ha mirado con satisfacción sobreabundante al ámbito espléndido de su propio resplandor reflejado en el Hijo.

La segunda lección que se desprende de esa verdad es que Dios no es coaccionado por ninguna cosa fuera de sí mismo para hacer lo que Él no quiere hacer. Si Dios fuese infeliz, si Él fuese en algún modo deficiente, entonces Él podría de hecho ser de alguna manera presionado a hacer lo que Él no quiere hacer, buscando completar su deficiencia y finalmente ser feliz.

Nosotros somos así. Venimos a este mundo no sabiendo casi nada y pasamos años educándonos o aprendiendo en “la escuela de la vida.” Tanto padres como maestros nos mandan a hacer cosas que no nos gusta hacer, porque las necesitamos para superar alguna deficiencia personal, para aumentar nuestro conocimiento o fortalecer nuestros cuerpos o refinar nuestros modales.

Pero Dios no es así. Él ha sido completo y sobreabundante en satisfacción desde la eternidad. Él no precisa ninguna educación. Nadie puede ofrecerle algo que no proceda ya de Él. Y por lo tanto nadie puede sobornarlo o coercionarlo de ningún modo. No se puede sobornar a un arroyo de montaña con vasos de agua del valle. De modo que Dios no hace lo que hace con resentimiento o bajo coerción externa como si alguna situación imprevista o inesperada lo hubiese acorralado o atrapado.

Todo lo contrario. Debido a que Él es completo y extremadamente feliz y sobreabundantemente satisfecho en la comunión de la Trinidad, es libre e ilimitado en todo lo que hace. Sus hechos son el desbordamiento de su gozo. Esto es lo que significa cuando las Escrituras dicen que Dios hace algo según el “puro afecto” de su voluntad. Significa que nada fuera del deleite propio de Dios, del placer que Él tiene en todo lo que Él es, o sea nada más que ese placer ha constreñido sus elecciones y sus acciones.

Esto nos lleva al tema del mensaje de hoy, “El deleite de Dios en todo lo que Él hace”, y nuestro texto en el Salmo 135.

El Salmo comienza llamándonos a alabar al Señor: “Alabad el nombre del Señor; Alabadle, siervos del Señor.” Luego, a partir del versículo 3, el salmista nos da razones por las cuales debiéramos sentir la alabanza hacia Dios brotar en nuestros corazones. Por ejemplo dice, “Porque el Señor es bueno”. La lista de motivos de alabanza continúa hasta versículo el 6, y éste es el versículo clave para este estudio:

“Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos”

Salmo 115:3 dice la misma cosa:

“Nuestro Dios está en los cielos; él hace lo que le place.”

Este versículo enseña que siempre que Dios actúa, Él lo hace tal como le gusta hacerlo. Dios nunca se ve forzado a hacer algo que Él desprecia. Él nunca se encuentra acorralado de tal modo que su única opción es hacer algo que Él aborrece hacer. Él hace lo que le place. Y por lo tanto, ese es un sentido en el cual Él encuentra placer en todo lo que hace.

Isaías utiliza la misma palabra hebrea (como sustantivo) en Isaías 46:10, donde el Señor dice,

“Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré.”

Basándonos en estos textos y muchos otros debemos arrodillarnos delante de Dios y alabar su libertad soberana, de que siempre, al menos en algún sentido, finalmente El actúa libremente, según su propio “buen placer”, siguiendo lo que sus propios deleites le dictan. Él nunca se convierte en una víctima de las circunstancias. Nunca se lo ve forzado a ingresar a una situación donde Él deba hacer algo en lo cual no pueda regocijarse.

Éste es un retrato glorioso de Dios en su libertad soberana, haciendo todo lo que Él quiere y logrando cumplir todo lo que le place. Pero sería un retrato borroso, un poco fuera de foco si parásemos aquí. Para enfocarlo y hacerlo más nítido debemos hacernos esta pregunta: ¿Cómo puede Dios decir en Ezequiel 18:23 y 32 que Él no se complace en la muerte de ningún impío, si de hecho Él lleva a cabo todo lo que lo deleita y hace todo lo que le place?

En Ezequiel 18:30, Dios advierte a la casa de Israel del juicio inminente: “Por lo tanto, os juzgaré, a cada uno conforme a su conducta, oh casa de Israel – declara el Señor Dios-” Y los insta al arrepentimiento: “Arrepentíos y apartaos de todas vuestras transgresiones.” Al final del versículo 31 dice, “¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Pues yo no me complazco en la muerte de nadie- declara el Señor Dios-. Arrepentíos y vivid”.

Ésta parece ser una imagen muy diferente a aquella que vimos en Salmo 135, en lo cual Dios hace lo que a Él le place. Aquí Él parece estar arrinconado. Parece forzado a juzgar cuando realmente no quiere hacerlo. Pareciera que está por hacer algo que no le agrada. ¿Va a lograr Dios su complacencia o no? ¿Es Dios realmente libre de hacer todo según su buen agrado? ¿O será que su soberana libertad tiene límites? ¿Puede Él hacer todo lo que le complace hasta cierto punto, pero después de ese punto se ve obligado a hacer cosas que le causa pena hacer?

Podríamos solucionar el problema regresando al Salmo 135, y diciendo que Dios hace todo lo que Él quiere en el mundo natural pero no en el ámbito personal. Después de todo el versículo 7 dice:

“El hace subir las nubes desde los extremos de la tierra, hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos.”

Sin embargo este intento de limitar la libertad de Dios a la esfera de lo natural no sirve por dos razones:

1) En primer lugar, si Dios controla el viento y lo hace soplar cuando y donde Él quiere – lo que es cierto (recuerden las palabras de Jesús “¡Cálmate! ¡Sosiégate!”) – entonces Dios es responsable, a lo largo de los siglos, por la muerte de miles de personas ahogadas debido a tormentas, huracanes, tornados, monzones y tifones que Él ha sacado de sus “depósitos”.

Así que cuando el Salmo 135 dice que el Señor hace lo que a Él le agrada, tiene que incluir el quitar vidas en el mar a través del viento que solamente Él controla.

2) Pero este texto no nos permite extraer semejantes inferencias implícitas. El Salmista continúa en los versículos 8-11 diciendo que el éxodo de Egipto fue la demostración más impresionante de la libertad soberana de Dios:

Versículo 8: Hirió a los primogénitos de Egipto, tanto de hombre como de bestia.
Versículo 10: Hirió a muchas naciones, y mató a reyes poderosos.

Ésta es la segunda razón por la cual en este Salmo la libertad de Dios no puede ser limitada sólo al reino natural. Cuando el salmista dice en versículo 6: “Todo cuanto el Señor quiere, lo hace”, no se refiere implícitamente sólo a las tragedias debidas al viento; también explícitamente se refiere a la destrucción de los egipcios rebeldes, y de naciones y reyes. Éste es el alcance de lo que Dios hace cuando Él hace lo que le place.

Así que por un lado Ezequiel dice que Dios no se complace en la muerte de personas impenitentes, y por otro en el Salmo 135 dice que Dios hace lo que Él quiere, incluyendo la muerte de personas impenitentes. Y el mismo verbo hebreo se usa tanto en el Salmo 135:6 (”querer”) como en Ezequiel 18:32 (”complacer”).

Antes de sugerirles una solución a este problema, déjeme complicarlo.

Muchos cristianos hoy en día no tienen ningún problema con la idea de un Dios obligado a hacer cosas que no quiere hacer. Y es fácil suponer que una respuesta a lo que hemos visto hasta ahora sería decir que hemos creado un problema artificial, porque el Salmo 135 no dice de hecho que Dios disfrutó de destruir a los egipcios.

Quizás alguien diga que “hacer todo cuanto Él quiere” en el Salmo 135:6 es sólo una manera figurativa de decirlo, y no conlleva el sentido de placer o deleite. Entonces también dirían que Dios sólo se entristece cuando Él tiene que juzgar a pecadores impenitentes, y que bajo ningún sentido está haciendo lo que hace porque le place.

En respuesta a esto yo repetiría que la misma palabra usada en Salmo 135:6 con respecto a Dios “queriendo” es la que se utiliza en Ezequiel 18:32 donde Dios “no se complace”. Después prestaría atención a Deuteronomio 28:63 donde Moisés advierte sobre el juicio venidero al impenitente Israel. Sin embargo esta vez se dice algo sorprendentemente diferente de lo que se dice en Ezequiel 18:32,

Y sucederá que tal como el Señor se deleitaba en vosotros para prosperaros y multiplicaros, así el Señor se deleitará en vosotros para haceros perecer y destruiros. (Compare con Proverbios 1:24-26; Apocalipsis 18:20; Ezequiel 5:13)

Regresamos entonces al hecho ineludible de que en algún sentido Dios no se deleita en la muerte de los impíos (que es el mensaje de Ezequiel 18), y que en algún sentido sí se deleita (que es el mensaje de Salmo 135:6-11 y de Deuteronomio 28:63).

Les he recomendado una solución antes y la voy a recomendar de nuevo: esto es, que la muerte y la miseria del impenitente, en si misma y por si misma no le causa ningún placer a Dios. Dios no es sádico. Él no es malvado ni está sediento por derramar sangre. Más bien, cuando una persona rebelde, impía e incrédula es juzgada, lo que complace a Dios es la vindicación de la verdad, de la bondad, de su propio honor y gloria.

Cuando Moisés le advierte a Israel que el Señor se deleitará en traer ruina sobre ellos y en destruirlos si no se arrepienten, lo que él quiere decir es que aquellos que se han rebelado contra el Señor y que han rechazado el arrepentimiento no se podrán jactar de que han hecho sufrir al Todopoderoso. Todo lo contrario. Moisés dice que cuando ellos sean juzgados involuntariamente le darán a Dios una oportunidad para regocijarse en la demostración de su justicia, de su poder y del valor infinito de su gloria.

Que ésta sea una advertencia para nosotros en esta mañana. Dios no será burlado. No está atrapado, ni arrinconado, ni forzado. Aún camino al Calvario Él tenía legiones disponibles a su orden. “Yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad.” - de mi propio buen placer, por el gozo puesto delante de mí. En el único momento en la historia del universo cuando parecía que Dios estaba atrapado, estaba totalmente en control, haciendo precisamente lo que Él quería hacer – morir para justificar a impíos como tú y yo.

Asombrémonos y maravillémonos hoy de que: “Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que Él quiere.” Amén.

Dios todopoderoso y Padre de misericordia, te alabamos por tu eterna felicidad en la comunión de la Trinidad; porque tú eres un Dios infinitamente desbordante; satisfecho con el panorama de tus propias perfecciones reflejadas en la gloria radiante de tu Hijo. Y te alabamos porque tú eres libre y soberano en tu propia autosuficiencia y no puedes ser sobornado o forzado debido a alguna deficiencia o anhelo de tu corazón. Te alabamos porque tu plan y tu consejo son gobernados no por nuestra voluntad sino por tu buen placer.

Más recursos: GospelTranslations.org.
By John Piper. © Desiring God. Website: desiringGod.org.