Dolor: El Megáfono de Dios

February 20th, 2009 by admin

Por sesenta años, generaciones sucesivas han sido beneficiadas por lo que C.S. Lewis escribió en el tema del dolor y sufrimiento. Los beneficios que se han mantenido, son debido en larga medida al hecho que el trajo al “problema” una sólida dosis de realismo cristiano. Esta medicina puede que sea más importante ahora que nunca. Es común ver como predicadores de televisión informan a su audiencia que Dios “no quiere que usted se enferme.” Es difícil imaginar que tal aseveración pruebe ser de estimulo para aquellos que están confinados a sillas de ruedas, o sufriendo a largo plazo debido a la esclerosis múltiple. A lo mejor, estos predicadores están confundidos. La Biblia hace una distinción entre el ahora de nuestro peregrinar terrenal y el después de nuestra morada celestial. El día viene cuando no habrá más muerte ni luto ni llanto ni dolor. Pero como cualquier honesto observador de la condición humana puede admitir, ese día no ha llegado. Mientras que la mayoría de nosotros probablemente no se está enfrentando a la “rutina desgarradora de la miseria monótona,” como lo diría C. S. Lewis, pocos de nosotros estamos exentos de pruebas de varios tipos.

Aunque la prueba pueda aparecerse en el disfraz de un enemigo, en realidad probará ser un amigo. Santiago, el escritor bíblico, anima a sus lectores a que cuando se enfrenten a pruebas, les den la bienvenida como amigas en vez de resentirse a ellas como intrusas. En vez de correr y escondernos las debemos encarar sabiendo que ellas vienen a probarnos y a mejorarnos. Lewis no discute que el sufrimiento es bueno en si mismo. En vez, el apunta al efecto redentor y santificador del sufrimiento.

Treinta y dos años de ministerio pastoral me han traído en contacto directo con aquellos cuya experiencia del dolor y sufrimiento ha probado ser una severa misericordia. Me recuerdo de un físico nuclear en nuestra iglesia en Escocia, que asistió por deferencia a su esposa y sus tres jóvenes hijas. Él escuchaba los sermones con un aire de cortés indiferencia; él aceptó una copia del libro Cristianismo Básico de John Stott, pero se mantuvo firme en su caparazón científico. Fue solamente hasta que su cuarto hijo, muriera a los once meses que el megáfono sonó. Reconociendo que su cosmovisión era inadecuada para tratar con la tragedia y la perdida, él se encontró a si mismo alcanzando mas allá de su tierra de sombras para encontrarse a si mismo siendo alcanzado en el abrazo del Dios que estaba ahí. Por esta terrible necesidad de tribulación Dios conquistó su voluntad rebelde y lo trajo al lugar de paz.

También es verdad que Dios usa el sufrimiento para destetar a Sus hijos de las fuentes convincentes de falsa felicidad. El cristiano puede que se adormezca en el sol pero no se quedará dormido en el fuego o en la inundación. Cada uno de nosotros debe reconocer que fácil es pensar poco de Dios cuando todo esta bien en lo exterior. Pero qué cambio ocurre cuando, por ejemplo, la biopsia resulta positiva. Una ráfaga aguda de ansiedad viene a destruir cualquier ilusión de autosuficiencia. Cuan bueno es Dios al levantarnos y al traernos a un lugar de dependencia.

Nuestra experiencia del dolor, si es santificada, creara una conciencia de las pruebas que otros encaran y una ternura en nuestro trato. Cuando nuestro dolor y decepciones se convierten en la ocasión para suavizar nuestros corazones, podemos anticipar el privilegio de sobrellevar el padecimiento de otros. Jesús, el Príncipe de los pastores, nuestro Gran Sumo Sacerdote, es “conmovido con las emociones de nuestros padecimiento,” y Él nos ha dejado un ejemplo a seguir. Nos debería preocupar grandemente cuando aquellos de nosotros que habiendo sido llamados a enseñar y a liderar fallan en demostrar gentileza y compasión por el débil y el frágil. Aunque yo solamente he sumergido un dedo en el mar del sufrimiento, es aparente de inmediato que Dios usa las solitarias horas de la noche para enseñarnos lecciones que nunca aprendimos en nuestras horas más iluminadas y saludables. Nos levantamos para confirmar la observación de William Cowper cuando dijo: “detrás de la providencia que frunce el ceño, Dios esconde una cara sonriente.”

Yo solamente he comenzado a tocar la superficie de este tema. Debo dejar que el lector considere dos cosas. Primero, considera como el sufrimiento y el dolor regularmente prueban ser los medios de Dios para disciplina y como es que en esta disciplina encontramos una evidencia y un sello de nuestra adopción. (Ver Heb.12:5). Segundo, considera el elemento correctivo en la aflicción como fue referenciada por el salmista (Sal. 119:67, 71).

Lewis nos ayuda a darnos cuenta que cuando el megáfono del dolor suena en nuestras vidas y en las vidas de nuestros amigos y vecinos no creyentes, no debemos atrevernos a responder con alguna forma de triunfalismo superficial o descender al abismo del pesimismo. Si aquellos que sus vidas esta marcadas por tal desesperación, los que están dolorosamente consientes de sus pruebas y sufrimientos, van a buscar a los cristianos por ayuda, no deberá ser porque parece que vivimos vidas que están libres de pruebas sino porque somos honestos acerca de nuestros propios sufrimientos y dificultades. No trataremos de tener una respuesta para cada pregunta ya que sabemos que Dios tiene sus secretos (Deut. 29:29). Afirmaremos que aún en el misterio de Sus propósitos conocemos de la seguridad de su amor, y trataremos de presentar a otros nuestro Dios, el cual entró en nuestros dolores y sufrimientos.

Más recursos: GospelTranslations.org.
By Alistair Begg. © Ligonier Ministries. Website: Ligonier.org.

¿Quién, a través de su obediencia y muerte, pone de manifiesto que Dios está completamente por nosotros?

February 13th, 2009 by admin

Parte de la conclusión del nuevo libro: El futuro de la justificación

Nuestra única esperanza ante las demandas radicales de la vida cristiana es que Dios está completamente por nosotros, ahora y para siempre. Por consiguiente, Dios no ha decretado que la vida cristiana sea la base de nuestra esperanza de que Dios está por nosotros. Esa base es la muerte y justicia de Cristo, y se considera nuestra sólo por medio de la fe. Todo castigo que debiera haber caído sobre nosotros a causa de nuestro pecado, lo sufrió Cristo por nosotros en la cruz. Y toda obediencia que Dios requiere de nosotros, para que Él, como nuestro Padre, pudiera estar completa y eternamente por nosotros, y no en contra de nosotros, lo ha logrado Cristo, en nuestro lugar, por medio de su perfecta obediencia a Dios.

Ése castigo y ésa obediencia (no toda obediencia) se han cumplido y quedan en el pasado. Nunca cambiarán. Nuestra unión con Cristo y el disfrute de estos beneficios han sido asegurados para siempre. Dios establece nuestra unión con Cristo sólo por medio de la fe. Esta unión nunca fallará, porque en Cristo, Dios está por nosotros, como un Padre omnipotente que sostiene nuestra fe y hace que todas las cosas ayuden para nuestro bien eterno. El único medio a través del cual Dios preserva nuestra unión con Cristo es la fe en Cristo—el acto estrictamente recibidora del alma.

El Lugar de Nuestras Buenas Obras en los Propósitos de Dios

Nuestras buenas obras de amor no causan ni aumentan que Dios sea para nosotros como un Padre comprometido a darnos gozo eterno en su presencia. Ese compromiso paternal de estar por nosotros de esta manera fue establecido una vez por siempre y para todos por medio de la fe y unión con el Hijo de Dios. En su Hijo, la perfección y el castigo que se requerían de nosotros pertenecen al pasado y son inmutables. Esta perfección y castigo fueron realizados por Cristo en su obediencia y muerte, no pueden ser cambiados ni aumentados en suficiencia y valor.

Nuestra relación con Dios es con Aquél que se ha hecho por nosotros como un Padre omnipotente comprometido a hacer que todas las cosas ayuden a bien para deleitarnos eternamente en Él. Esta relación fue establecida en el momento de nuestra justificación, cuando Dios quitó su ira justa de nosotros, y nos atribuyó la obediencia de su Hijo, considerándonos como justos en Cristo, y perdonando todos nuestros pecados, porque la pena de éstos fueran pagados en de la muerte de Jesús.

Por lo tanto, la función de nuestra propia obediencia, que emana de la fe—es decir, nuestras buenas obras producidas como fruto del Espíritu Santo—es hacer manifiesto el valor de Cristo y Su obra sustitutoria en tomar nuestro castigo e imputarnos su justicia. El propósito de Dios en el universo no es sólo el ser infinitamente digno, sino ser manifestado como infinitamente digno. Nuestras obras de amor, que fluyen de la fe, son la manera en que la fe en Cristo muestra el valor del objecto de nuestra fe. Los sacrificios de amor por el bien de otros muestran el valor todo-satisfactorio de Cristo como Aquél cuya sangre y justicia establece el hecho de que Dios está siempre por nosotros.

Todos los beneficios de Cristo —todas las bendiciones que Dios nos da al estar por nosotros y no contra nosotros— se basan en la obra redentora de Cristo como nuestro Sustituto. Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? Confiados de esto — que Dios es nuestro Padre omnipotente y que está comprometido a hacer que todas las cosas ayuden a bien para deleitarnos eternamente en Él — amaremos a otros. Dios ha diseñado y ordenado las cosas de tal manera que la fe invisible, la cual cree en Cristo como infinitamente digno, dé fruto a obras de amor que hacen que el valor de Cristo sea visible. Por lo tanto, nuestros sacrificios de amor no toman ninguna parte en establecer el hecho de que Dios está completamente por nosotros, ahora y para siempre. Es todo lo contrario: El hecho de que Dios está por nosotros establece nuestros sacrificios de amor. Si Él no estuviese completamente por nosotros, no perseveraríamos en la fe y por consiguiente no podríamos hacer sacrificios de amor.

Nuestro modo de pensar acerca de nuestras buenas obras debe siempre de ser: Estas obras son el resultado de que Dios está completamente por nosotros. Éso es lo que la sangre y justicia de Cristo ha asegurado y garantizado para siempre. Por lo tanto, debemos resistir toda tendencia de pensar de nuestras obras como algo que establece o asegura el hecho de que Dios está siempre por nosotros. Es siempre lo contrario. Porque Él está por nosotros, Él sostiene nuestra fe. Y por medio de esa obra que sostiene nuestra fe, el Espíritu Santo produce el fruto de amor.

Evitar una doble tragedia

Sería una doble tragedia el pensar que nuestras obras de amor aseguran el hecho de que Dios está completamente por nosotros. No solo enturbiaríamos la mera razón por cual existen estas obras—es decir, para mostrar la belleza y valor de Cristo, cuya sangre y justicia es la garantía única y auto-suficiente de que Dios está por nosotros —sino también estaríamos desacreditando la mismísima cosa que hace que las obras de amor sean posibles— es decir, la seguridad de que Dios está completamente por nosotros, de lo cual nace la libertad y el valor para hacer sacrificios de amor.

Nuestra obediencia no le añadea nada a la obediencia perfecta, bella y toda-suficiente de Cristo para asegurar la realidad de que Dios está por nosotros; sino que manifiesta esa perfección y belleza y suficiencia absoluta. Nuestras obras de amor son tan necesarias como el propósito de Dios para glorificarse a sí mismo. Es decir, son necesarias porque Dios es justo—el tiene un compromiso eterno e inquebrantable para hacer el máximo bien: hacer visible en el mundo el valor infinito de su Hijo.

Más recursos: GospelTranslations.org.
By John Piper. © Desiring God. Website: desiringGod.org.

Una Señal: Unidos y valientes con el don del sufrimiento

February 6th, 2009 by admin

Una Meditación sobre Filipenses 1:27-30

Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a veros, o que permanezca ausente, pueda oír que vosotros estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio, 28 de ninguna manera amedrentados por vuestros adversarios. Lo cual es señal de perdición para ellos, pero de salvación para vosotros, y esto, de Dios. Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El, 30 sufriendo el mismo conflicto que visteis en mí, y que ahora oís que está en mí.

Yo dirigí las oraciones matutinas utilizando éstos versículos recientemente en el Retiro de Oración y Planificación del Personal Pastoral (9 y 10 de enero). Mi meta tenía tres objetivos. Primero, quería profundizar nuestro conocimiento como pastores que el sufrimiento en el servicio de Cristo es nuestra vocación - de hecho un don de Dios. Segundo, quería que viéramos que el sufrimiento con unidad y valor en la causa del evangelio es una señal. Tercero, quería inspirarnos a colaborar juntos y trabajar lado a lado con toda nuestra fuerza por la causa de Cristo y el pueblo de Belén en el 2006. Únase a nosotros en nuestra visión.

Primero, el sufrimiento en el servicio a Cristo es un don de Dios y parte de nuestra vocación como pastores. Versículo 29: Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El”. Este versículo dice que la fe y el sufrimiento son dones de Dios. Y el énfasis recalca en el don del sufrimiento: “Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El.

Esto se les dice a los creyentes. Por lo tanto, también aplica a nosotros como pastores. Parte de nuestra vocación como cristianos es de creer y sufrir en el servicio a Cristo. Aun más en nuestra vocación como líderes’.””Como dice en 2 Corintios 1:6: “Pero si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salvación; o si somos consolados, es para vuestro consuelo, que obra al soportar las mismas aflicciones que nosotros también sufrimos.” Eso era lo que yo quería que viéramos. El sufrimiento es nuestra vocación, nuestro don de Dios. No es una maldición. Es un don.

Segundo, es una señal cuando toleramos este sufrimiento con unidad y valor. Observen la unidad y valor de los Filipenses en los Versículos 27-28. Ellos “siguen firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio, y sin temor alguno a sus adversarios. Es para ellos (los adversarios) una señal clara de su destrucción, para vosotros, en cambio, es señal de salvación y eso proviene de Dios.”

La unidad se enfatiza en las frases “un mismo espíritu” y “unánimes combatiendo juntamente.” El valor se enfatiza en la frase ” y en nada intimidados.” El hecho de que esta unidad y valor se manifiestan frente al sufrimiento se ve primero en las palabras “sus adversarios” y segundo en el hecho de que este versículo es apoyado (ver la palabra “porque”) por el versículo siguiente que dice, “Porque a vosotros es concedido… a padecer por su causa”. En otras palabras: “Sean unidos y valientes ante sus adversarios porque su fe y sufrimiento son un don de Dios.”

Y todo esto es dicho como una “señal”. Es decir, que su unidad y valor ante el sufrimiento es una señal de la destrucción de sus adversarios y de vuestra salvación. La verdad y la gloria de Cristo es vista en su sufrimiento unido y valiente en la causa de Cristo. Esta es nuestra gran meta como pastores y como una iglesia: Demostrar la señal de la suprema verdad y valor de Cristo en nuestro mundo. Todos los adversarios al evangelio serán destruidos y todos los que se acogen a esta verdad serán salvados.

Finalmente, exhorté a nuestros pastores a juntarnos hombro con hombro y luchar unánimes. En la pizarra escribí esta frase, sunathlountes te pistei tou euangeliou. En la primera palabra griega se observa la palabra “atleta”. El prefijo “sun” quiere decir “juntos”. Se traduce como “luchar juntos”. Así que exhorté a que apliquemos fuerza atlética y determinación, hombro con hombro, unánimes, en 2006. Esto hará tolerable nuestro sufrimiento y lo hará bello y provechoso. Y se convertirá en una señal.

Oren por nosotros. Amamos nuestra labor. Comprometemos lo mejor de nosotros por vuestro bien y la gloria de Cristo.

A nombre de todo el personal pastoral, Pastor John

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By John Piper. © Desiring God. Website: desiringGod.org.

Esta Gran Salvacion (parte 2 de 2)

January 30th, 2009 by admin

Del libro Esta Gran Salvacion, capitulo 1

El Poder de la Teología

Ocurre una transición crucial en Romanos 8:31. Pablo pregunta: “¿Qué diremos frente a esto?” Resulta que Pablo tiene mucho que decir en los próximos nueve versículos. Y una vez que nos familiaricemos con el conocimiento de antemano, con la predestinación, con el llamado, con la justificación, y con la glorificación, podremos responder a esta gran salvación con la misma intensa convicción de Pablo. Considera esto.

Dios está de nuestra parte (v. 31). ¿Podría ser cierto esto? Si comenzaste este capítulo inseguro de la predisposición de Dios, no lo dudes más. El está de tu parte. El ha demostrado eso convincentemente, como veremos dentro de unos cuantos párrafos. La base para entender si Dios está de nuestra parte o no, no es subjetiva. Nuestro estado emocional no tiene importancia. El hecho objetivo y eterno del asunto es que Dios está de nuestra parte.

¿Quién puede estar en contra nuestra (v. 31)? )? Esta promesa podría fácilmente ser malinterpretada. Pablo no dice que nadie jamás se opondrá a ti. De hecho, ¡tanto él como Jesús garantizaron todo lo contrario! Sin embargo, nadie que esté en tu contra triunfará al final porque Dios está de tu parte. Ningún adversario puede desafiar con éxito la soberanía de Dios.

Considera las implicaciones de esta declaración. Quizás estés en una situación de trabajo en la que tu jefe parece tener algo personal contra ti. Quizás él hasta ha promovido a otros sin tomar en cuenta el hecho de que tú eras el más calificado. Esa puede ser una prueba muy difícil. Entonces, ¿qué puedes hacer en esa situación? Podrías comenzar a buscar otro trabajo, o ir a casa y aliviar tu tensión observando los peces tropicales en la pecera por un rato. Pero hay una manera mejor: Recuérdate que el Dios soberano está de tu parte. No importa lo que haga tu jefe, el Dios Todopoderoso está de tu parte y su propósito para tu vida no será frustrado.

Si puedes comprender esto, te garantizo que mañana irás a tu trabajo con una actitud diferente. ¡En vez de resentirte o resistir a tu jefe, te sentirás motivado a servirlo! Una transformación tan dramática sólo puede ocurrir si es que tú has comprendido lo que es el conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación. Un correcto entendimiento de las doctrinas de la gracia cambiará para siempre la forma en que ves y respondes a las circunstancias. En vez de vengarte de tus adversarios, podrás amarlos, orar por ellos, y servirlos.

Ni siquiera Satanás puede lograr oponerse a nosotros. Después de todo, tendemos a exagerar su poder y autoridad. Debemos estar conscientes de él y guardar cierto grado de respeto a sus artimañas, pero él es un ser creado. El no puede hacer nada sin obtener el permiso de Dios. Y escucha bien, Dios no es indiferente a tu situación. El te ha escogido. El te conoce por nombre. El está de tu parte.

Dios entregó a su propio Hijo por nosotros (v. 32). Si necesitas prueba de que Dios está de tu parte, sólo mira a la Cruz. No puedo imaginarme el dolor que habrá sentido el Padre cuando oyó a Jesús clamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El desamparó a su propio Hijo para que nosotros podamos conocerlo como Padre y no seamos desamparados jamás. ¿Qué más demostración necesitamos? Esa sangrienta figura colgó ahí en la Cruz para hacer esta eterna proclamación: “¡YO ESTOY DE TU PARTE!”

Nadie puede acusar a los que Dios ha escogido (v. 33). Puede ser que estés entre los que saben lo que es el tormento de la acusación. Los pecados y fracasos pasados te vienen a la mente implacablemente. No importa cuántas veces confieses tu pecado, el recuerdo de lo que has hecho siempre regresa. Pero el versículo 33 es una declaración legalmente obligatoria: “¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica”. El santo y justo Juez de todos ha pronunciado un veredicto que no puede ser revocado. El ha declarado que por el sacrificio expiatorio de su Hijo, tu estás ahora justificado ante él. Cada vez que oigas acusaciones, afirma y declara que has sido justificado por la obra consumada de Cristo.

¿Quién condenara (v. 34)? Aunque estar libre de las acusaciones demoníacas es importante, el hecho de que Dios mismo no nos condenará es de mucha mayor importancia. En ese día cuando toda rodilla se doblará ante el trono del juicio de Cristo, una innumerable multitud oirá las horrendas, irreversibles palabras: “Jamás los conocí. Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Dios no quiere decir esto a nadie. El ha puesto la Cruz justo en medio de nuestro camino para que no tengamos que oír esas aterradoras palabras. Pero los que neciamente la han pasado de lado, los que se han negado a someterse a ella, serán sentenciados al tormento eterno. Pero debido a que tú has recibido el sacrificio expiatorio de Cristo, nadie puede lograr acusarte–no sólo en esta vida sino en ese crítico momento cuando estés ante el trono del juicio de Dios.

No hay ninguna otra manera más eficaz de luchar contra la condenación que concentrarse en la Cruz. Si a ti te falta seguridad o aceptación, llena tus pensamientos, tu corazón y tu alabanza con la Cruz de Jesucristo.

Jesús intercede por nosotros (v. 34). Además del hecho maravilloso de que estuvo dispuesto a morir, nuestro Señor ora por nosotros desde su puesto de autoridad a la diestra del Padre. El no está esperando pasivamente hasta el fin de los tiempos, consultando su reloj de vez en cuando. Ni tampoco está solamente descansando y recibiendo el sacrificio de nuestra alabanza y nuestro servicio. Durante toda tu vida, el intercede por ti–mencionándote por nombre.

¿No te anima saber que Jesús mismo está orando por tus necesidades en este preciso momento?

Nada nos apartará del amor de Cristo (v. 35-39). Cuando Pablo dice que nada, él quiere decir nada. La tribulación. La angustia. La persecución. El hambre. El peligro. La muerte. Ninguno de éstos puede interponerse entre nosotros y el amor de nuestro Señor.

Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor (Ro. 8:38-39).

Cuando nos asedia la acusación o nos persigue la adversidad, puede que nos sintamos separados del amor de Dios, como si el nos hubiera abandonado. Un entendimiento de lo que es el conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación nos libra de la noción no-bíblica e inútil dependencia de nuestras fluctuantes emociones del momento.

Conozco a un hombre en Inglaterra que pudo haber reaccionado a sus circunstancias culpando a Dios. Conocí a Henry años atrás en una conferencia. El es un respetado maestro de la Biblia y autor en Inglaterra y es un hombre de carácter probado. En el curso de nuestra relación a través de los años me he sentido impresionado con la bondad y solicitud que demuestra consistentemente.

Durante una reciente visita a Inglaterra supe que la esposa de Henry tenía una seria enfermedad y que no se esperaba que viviera más de seis meses. Me sorprendí al verlos presentes en la conferencia. Todavía más sorprendente fue el gozo tan evidente en sus rostros. Casi era increíble la forma en que ministraban a los demás. En vez de aislarse en la autocompasión, seguían sirviendo normalmente. Me sentí profundamente afectado.

Henry y yo nos encontramos en el desayuno una mañana durante la conferencia. “C.J.”, me dijo, “estoy seguro de que ya sabes lo que le sucede a mi esposa. He buscado a Dios, yo lo he visto sanar a muchas personas, pero no tengo palabra de que ella será sanada”. Yo no sabía qué decir. Pensaba: ¿Cómo puedo responder? La próxima vez que lo vea, su esposa ya no estará con él.

Resultó que no fue necesario que dijera nada, porque durante los próximos 15 minutos Henry compartió conmigo una valiosa lección de las Escrituras y de la historia de la Iglesia sobre el tema de la muerte. Citó a Charles Spurgeon, quien indicó estar más consciente de la gloria de Dios al estar al lado de un santo al borde de la muerte. También citó esta declaración de John Wesley de una generación anterior: “Nuestra gente muere bien”.

El pesar de Henry era evidente. No trataba de esconder su dolor. Pero él estaba convencido de que la muerte no podía separarlos, ni a él ni a su esposa, del amor de Jesucristo. Décadas de estudio y de impartir enseñanza sobre las grandes verdades del conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación los habían convencido de la soberanía y del amor de Dios. No temían. Estaban firmes. Cuando Henry se puso de pie y se alejó yo le comenté a un amigo: “Ese es el poder del entendimiento de la doctrina de la gracia que cambia la vida de una persona y la sostiene en medio de la adversidad”.

En otro punto de la conferencia me encontraba de pie detrás de Henry mientras él alababa a Dios. Se dio la vuelta y me dijo: “Estoy revisando mi colección de libros y tengo algunos libros seleccionados para ciertos hombres que quiero pasar a otras generaciones. Te voy a mandar un libro”. Henry no sólo estaba preparado para la muerte de su esposa, sino que se estaba ocupando en preparar a la próxima generación de líderes.

Don’t feel sorry for him. I was the one all broken up inside. There he was, worshiping with a soft smile on his face. Why wasn’t he bitter, depressed, complaining, or withdrawn? How could he minister joy to people in the midst of such deep, personal sorrow? Because Romans 8:38-39 was engraved on his heart: He knew that nothing could separate him from the love of Christ.

No le tengas lástima. Yo era el que estaba quebrantado por dentro. Ahí estaba él, alabando con una tierna sonrisa en su rostro. ¿Por qué no estaba amargado, deprimido, quejándose, o retraído? ¿Cómo podía él suministrar gozo a las personas en medio de un dolor tan profundo, tan personal? Porque Romanos 8:38-39 estaba grabado en su corazón: El sabía que nada podría apartarlo del amor de Cristo.

A medida que las verdades sobre esta gran salvación penetren tu corazón, el resultado será una habilidad para responder a la acusación y a la adversidad al saber y declarar que si Dios está de tu parte nadie podrá lograr oponerse a ti, que él te ha justificado, y que nada puede apartarte de su amor.

Si este libro tratara de explorar todas las cinco doctrinas que se subrayan en este primer capítulo–el conocimiento de antemano, la predestinación, el llamado, la justificación, y la glorificación–tendría varios cientos de páginas más. (En realidad, ¡todavía estaríamos en el proceso de escribirlo!) Hemos optado por usar los próximos seis estudios para concentrarnos en una sola: la magnífica doctrina de la justificación por fe.

Más recursos: GospelTranslations.org.
By C.J. Mahaney. © Sovereign Grace Ministries. Website: SovereignGraceMinistries.org.

Esta Gran Salvacion (parte 1 de 2)

January 23rd, 2009 by admin

Del libro Esta Gran Salvacion, capitulo 1

¿Sabias?

Dos de los versículos en nuestro pasaje de Romanos muy bien podrían encontrarse en cualquier lista de secciones “más citadas” de la Biblia:

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo a su propósito. (v. 28)

¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? (v. 31)

Pero permíteme presentar algo para tu consideración. Yo creo que muy frecuentemente tratamos de exhortarnos y animarnos unos a otros con estos versículos sin entender el contenido de los dos versículos del medio. Es inútil tratar, pues a menos que comprendamos el contexto que ofrecen los versículos 29 y 30 no podremos apreciar totalmente las promesas en los versículos 28 y 31 y en el pasaje que los sigue. Examina detenidamente estos dos versículos esenciales:

Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. (v. 29-30)

Si hubieras llegado a mi casa el día que me robaron el automóvil y que mi microondas se averió, me hubieras aconsejado legítimamente que creyera que “Dios dispone todas las cosas para el bien”. Yo espero que hubiera respondido a esta verdad bíblica. Así mismo, tu podrías haberme exhortado a que rechazara el sentimiento de culpa que permaneció después de haber pedido perdón a Carolyn al recordarme que “si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica”. De nuevo, no hubiera podido haber negado la certeza de esta verdad. Pero si no se entienden dentro del contexto, estas promesas no pueden hacer nada más que efectuar un cambio o alivio temporal. Su eficacia está limitada hasta que comprendamos las doctrinas que contienen los versículos 29 y 30.

Al leer Romanos 8:28-39 vemos claramente que Pablo estaba convencido de las cosas que escribió. Él sabía que Dios dispone todas las cosas para el bien de su vida, a pesar de las pruebas y sufrimientos de naturaleza que jamás experimentaremos nosotros. (Pablo definía “bien” no en términos de placer y prosperidad personal, sino conforme la imagen de Cristo.) El sabía que Dios lo había justificado aún cuando experimentaba acusación. El sabía que nada–ni la adversidad, la tribulación, la acusación, la persecución demoníaca, la muerte misma–podría separarlo del amor de Cristo (v. 35). ¿Qué le daba tal confianza y seguridad? Era su íntima familiaridad con estas cinco importantes doctrinas: conocimiento de antemano, predestinación, llamado, justificación, y glorificación.

Ese mismo grado de convicción y fe te llenará al meditar en el contenido de los versículos 29 y 30. Cuando vengan las acusaciones tu podrás responder con confianza: “Dios es el que justifica”. Podrás decir con toda certeza: “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman”, aún cuando estés experimentando circunstancias que parecen confusas, aturdidoras, y hasta contradictorias a lo que deseas.

Pablo basaba su confianza en las cinco doctrinas que cita Romanos 8:29-30: conocimiento de antemano, predestinación (o elección), llamado, justificación, y glorificación. En estas palabras tenemos una descripción del plan soberano y redentor de Dios.

Si lees cuidadosamente, notarás que Pablo usa el pasado pretérito en la lista de estas doctrinas (ej., “a los que predestinó, también los llamó”). No hay nada indeciso ni especulativo en estas declaraciones. Todo aspecto del plan redentor de Dios se menciona como si ya se hubiera cumplido en nuestra vida. Esa es la eterna perspectiva, según lo ha notado el conocedor de la Biblia F.F. Bruce:

El conocer de antemano y predestinar pertenecen al eterno consejo de Dios; el llamado y la justificación han sucedido en la experiencia de su pueblo; pero la gloria, en lo que concierne a su experiencia, está en el futuro. Entonces ¿por qué Pablo usa el mismo tiempo pasado para esto que usa para los otros hechos de Dios? Quizás está imitando el uso hebreo del ‘pasado profético,’ en el que un evento predicho se toma como tan seguro que se describe como si ya hubiera ocurrido. Como asunto de historia, el pueblo de Dios todavía no ha sido glorificado. Pero en cuanto al decreto divino, su gloria ha sido determinada desde la eternidad.

Yo tuve una experiencia hace varios años que quizás ayude a clarificar todo esto. Como procedente de la zona de Washington, D.C. y ávido aficionado a los deportes, yo tenía más que un ligero interés en el partido de fútbol americano del Superbowl de 1988 entre los “Redskins” de Washington y los “Broncos” de Denver. También era un tanto cínico con respecto a la habilidad de los Redskins para desempeñarse bien bajo presión–especialmente después de ver al jugador de los Broncos, John Elway, dar un touchdown (similar a un gol en fútbol) de 80 yardas en la primera jugada. Pasé la primera parte del partido en cierto grado de tormento, el cuerpo contorsionado con cada jugada como si mis espasmos involuntarios y nerviosos pudieran mejorar el desempeño de los Redskins.

Poco después, los Redskins recuperaron el partido cuando Doug Williams lanzó cuatro touchdowns como nadie jamás lo había hecho antes. Poco a poco mi cinismo desapareció y el equipo pasó a ganar convincentemente.

Lo interesante es la manera en que miré el partido mientras se desarrollaba y la manera en que miré la grabación del partido en video. La segunda vez fue muy diferente. Yo estaba relajado. Estaba disfrutando lo que comía. Yo sabía cuál sería el resultado antes de comenzar a mirar el partido. No importaba cuánto celebraran los aficionados de los Broncos el rápido touchdown de Elway, yo sabía que en pocos minutos comenzaría la dominación.

¿Cuál es el punto? Dios conoce tan bien el futuro como nosotros el pasado. El quiere impartir esa certeza y seguridad en nosotros aquí en el presente. El quiere que nosotros sepamos que hemos sido justificados, que sepamos que el dispone todas las cosas para el bien, que sepamos que nada puede apartarnos del amor de Cristo.

¿Lo sabes tú? ¿Tienes la misma seguridad que tenía Pablo? ¿O acaso todavía dudas del plan o la providencia de Dios?

Dios quiere que nosotros acojamos y gocemos de su plan de redención como un hecho cumplido en nuestra vida. Aunque es cierto que nuestra glorificación todavía no ha sucedido–eso no pasará hasta que Jesús vuelva y recibamos un cuerpo nuevo. Pero nosotros debemos vivir en lo bueno de este plan que se nos presenta y que comienza en la eternidad pasada y se extiende hasta la eternidad futura.

El impacto en nosotros en el presente es que podemos vivir con certeza y estar seguros de que el que comenzó tan buena obra en nosotros la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. Cuando entiendes lo que es el conocimiento de antemano (aún al pequeño grado que es posible), cuando captas lo que es la elección, cuando aprecias el llamado, cuando te beneficias de la justificación, cuando anticipas la glorificación, entonces te das cuenta de que Dios está totalmente y obviamente de tu parte. ¡Nada te puede separar del amor de Jesucristo! Y aunque tu microondas se descomponga mañana o desaparezca tu automóvil, puedes saber con certeza que Dios dispone todas las cosas para tu bien porque amas a Dios y has sido llamado de acuerdo a su propósito.

Por el resto de nuestra vida y por toda la eternidad nos maravillaremos de estos aspectos del carácter y el plan de Dios. ¡Cuán indignos somos de su conocimiento de antemano, su predestinación, su llamado, su justificación, y su glorificación! Aunque todo se podrá entender mejor una vez que seamos glorificados con él, no estaremos menos maravillados de nuestra gran salvación.

Pero no esperemos hasta el final de la vida. Explorar nuestra gran salvación ahora hará una gran diferencia en la manera en que respondemos a la acusación y la adversidad mientras cumplimos con el propósito de Dios.

Vamos a mandar Parte 2 la semana proxima

Más recursos: GospelTranslations.org.
By C.J. Mahaney. © Sovereign Grace Ministries. Website: SovereignGraceMinistries.org.

Un Interés por Promover el Discipulado y Crecimiento Cristiano

January 16th, 2009 by admin

Del libro Nueve Marcas de una Iglesia Saludable, capitulo 8

Crecimiento Cristiano

Otra marca que distingue a una iglesia saludable es un interés profundo en el crecimiento de la iglesia, pero no solo en el sentido numérico sino en el crecimiento espiritual de los miembros. Algunos piensan hoy en día que un cristiano puede ser un “bebé espiritual” por el resto de su vida. Parece ser, que para algunos discípulos, el crecimiento lo miran como algo opcional y no necesario. Pero el crecimiento es señal de vida. Los árboles que tienen vida son aquellos que crecen, y los animales que tienen vida son aquellos que crecen. El crecimiento involucra un aumento y avance. En muchas áreas la experiencia nos muestra que cuando algo deja de crecer, se muere.

Pablo esperaba que los corintios crecieran en su fe cristiana (II Co. 10:15). Asimismo, él esperaba que los efesios “crecieran en Aquel que es la cabeza es decir, Cristo” (Ef. 4:15; Col. 1:10; II Tes. 1:3). Pedro dio también esta exhortación a los primeros cristianos, “deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así por medio de ella crecerán en su salvación” (I Ped. 2:2). Es una tentación para los pastores reducir a la iglesia a una mero concepto estadístico de asistencia, bautismos, ofrenda y membresía, donde el crecimiento es tangible; sin embargo, tales estadísticas se quedan cortas del verdadero crecimiento del cual escribe Pablo, y el cual desea el Señor.

La Santidad es Evidencia del Crecimiento

En su Tratado Concerniente a las Emociones Religiosas, Jonathan Edwards sugiere que el verdadero crecimiento en el discipulado cristiano no es finalmente una mera emoción, en la cual se aumenta el lenguaje religioso o se aumenta el conocimiento de las Escrituras. Ni es tampoco un evidente incremento en gozo o en amor o en la preocupación por la iglesia. Aún, el aumento en el celo y alabanza por Dios, o la confianza plena en nuestra fe no son evidencias infalibles del verdadero crecimiento cristiano. ¿Entonces qué es? Según Edwards, aunque todas estas puedan ser evidencias de un crecimiento cristiano, el único signo tangible y cierto es una vida de santidad ascendente, fundamentado en el concepto cristiano de morir a nuestro “yo.” La iglesia debe ser marcada por el cuidado vital de este crecimiento piadoso en la vida de cada uno de sus miembros.

El Descuido de la Disciplina Impide el Crecimiento

Tal como hemos visto en la séptima marca, uno de los resultados inesperados como consecuencia del descuido de una disciplina adecuada en la iglesia es la mucha dificultad en hacer discípulos. En una iglesia con carencia de disciplina, los ejemplos no son claros y los modelos son confusos. Ningún jardinero planifica el plantar hierba mala. La hierba mala es intrínsecamente indeseable, y ella puede producir malos efectos para las plantas que la rodean. El plan de Dios para la iglesia local no permite que dejemos la mala hierba sin ningún control.

Creciendo Juntos en Comunidad

Los buenos testimonios de una comunidad de creyentes con un compromiso fuerte pueden ser muy buenas herramientas en las manos de Dios para el crecimiento de su pueblo. A medida que el pueblo de Dios crece y se fortalece en santidad y entrega total de amor, debe mejorar su habilidad de administrar disciplina y motivar el discipulado. La iglesia tiene la obligación de ser un medio para que el pueblo de Dios crezca en gracia. Si en lugar de esto encontramos lugares donde solamente los pensamientos del pastor son enseñados, donde Dios es más cuestionado que adorado, donde el evangelio se diluye y el evangelismo se tuerce, donde la membresía de una iglesia carece de significado, y un culto mundano alrededor de la personalidad del pastor es permitido, entonces será difícil esperar hallar una comunidad que sea unida o edificante. Tal iglesia ciertamente no traerá gloria a Dios.

Aparencias de un Crecimiento

Dios es glorificado en aquellas iglesias que están creciendo. Este crecimiento puede verse de muchas maneras: por el incremento de personas que son llamadas al campo misionero; por miembros antiguos que son refrescados con un renovado sentido de responsabilidad en su tarea evangelizadora; por miembros jóvenes asistiendo a funerales de miembros mayores motivados por el puro amor de los unos con los otros; por el aumento en la oración, y un deseo de disfrutar más predicaciones; por las reuniones de la iglesia que se caracterizan por genuinas conversaciones espirituales; por un aumento en las ofrendas, y por ofrendantes dando sacrificialmente; por más miembros compartiendo el evangelio con otros; por padres redescubriendo su responsabilidad de educar a sus hijos en la fe. Estos son solamente algunos ejemplos del tipo de crecimiento de iglesia por el cual los cristianos deben orar y trabajar.

Dios es Glorificado en el Crecimiento

Cuando vemos ciertamente a una iglesia que está compuesta por miembros que están creciendo a la semejanza de Cristo ¿Quién se lleva el mérito o la gloria? “Dios… quien da el crecimiento. Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino solo Dios quién es el que hacer crecer” (I Cor. 3:6b-7; Col. 2:19). También la bendición final que Pedro escribió a los primeros cristianos fue expresada en modo imperativo: “crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A El sea la gloria ahora y para siempre! Amén” (II Pe. 3:18). Pudiéramos pensar que nuestro crecimiento nos traiga gloria a nosotros mismos. Pero Pedro lo sabía mejor. “Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación” (I Ped. 2:12). Obviamente, él recordaba las palabras de Jesús: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes”, aquí seguramente podríamos pensar que solamente quería hacer ver que es natural caer en la trampa de la auto-admiración, pero Jesús continuó: “y alaben al Padre que está en el cielo” (Mat. 5:16). Trabajar para promover el discipulado y el crecimiento es otra marca de una iglesia saludable.

Preguntas para Reflexionar

  1. Lea I Pedro 2:1-3. ¿Cuál es el anhelo de Pedro para estos cristianos? ¿Qué quiso decir con el término “crecerán” en su salvación?
  2. Algunas personas creen que “el crecimiento de la iglesia” significa tan solo crecer en números. Lea Hechos 2:41. ¿Por qué cree usted que está registrado el número de convertidos? Ahora lea el resto del capítulo 2. ¿Pudieron haber glorificado a Dios este número de convertidos si no hubieran crecido también en santidad? ¿Por qué sí o por qué no?
  3. El autor escribe que la mala hierba puede tener malos efectos para las plantas que la rodean. ¿En que formas negativas los miembros de una iglesia que estén carentes de disciplina o en pecado, pueden afectar el crecimiento de los cristianos a su alrededor? ¿Cómo pueden los buenos testimonios en una iglesia ser herramientas en las manos de Dios para el crecimiento de su pueblo? ¿Puede pensar en algunos ejemplos en su iglesia?
  4. ¿Cuáles son algunas de las formas en que Dios puede ser glorificado a través de una iglesia espiritualmente madura? ¿Cuántas de estas características ha visto usted consistentemente en la vida de su propia iglesia?

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By Mark Dever. © 9Marks. Website: 9marks.org.

El Deleite de Dios en Todo lo Que El Hace

January 9th, 2009 by admin

Salmos 135:6

Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos

Esta nueva serie de mensajes sobre los deleites de Dios se fundamenta en dos hipótesis.

1. La primera hipótesis es que “el mérito y la excelencia de un alma se mide por el objeto de su amor.” (Henry Scougal). Si esto lo aplicamos a Dios, podemos decir que una manera de contemplar el valor y la excelencia de Dios es meditar en lo que Él ama.

En otras palabras, diríamos que la medida de la dignidad de Dios está determinada por aquello en lo que Él se deleita. O también podríamos decir que la grandeza de la excelencia de Dios se corresponde con lo que Él disfruta. Lo que deleita a Dios nos muestra lo bello y lo precioso de su carácter.

2. La segunda hipótesis es que mientras reflexionamos profundamente en el valor y la excelencia de Dios, o sea, mientras meditamos en su gloria, somos cambiados poco a poco a su semejanza.

“Pero, nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu” (2da Corintios 3:18)

Así que mi meta durante estas doce semanas es enfocar nuestra atención en los deleites de Dios revelados en las Escrituras con la esperanza de que ustedes verán en ellas algo de la medida infinita del valor y de la excelencia de Dios; y que viendo esa gloria, puedan crecer paso a paso a su imagen. De tal modo que tanto en casa como en el trabajo o en la escuela las personas puedan ver sus buenas obras y dar gloria a vuestro Padre celestial.

Que al describir sus deleites en la predicación, que al contemplar su gloria al escuchar; que al acercarnos a su semejanza en la meditación; que al presentar su dignidad al mundo; Dios bendiga por gracia el ministerio de su palabra en estas semanas.

La semana pasada pusimos énfasis en el deleite que Dios el Padre tiene en su Hijo. Es la lección más importante para aprender de esa verdad: Dios es y siempre ha sido un Dios extremadamente feliz. Él nunca se ha sentido solo. Siempre se ha regocijado con satisfacción sobreabundante en la gloria de su Hijo. Se podría decir que el Hijo de Dios siempre ha sido el escenario de las excelencias de Dios o el panorama de sus perfecciones. Es por esto que desde toda la eternidad Dios ha mirado con satisfacción sobreabundante al ámbito espléndido de su propio resplandor reflejado en el Hijo.

La segunda lección que se desprende de esa verdad es que Dios no es coaccionado por ninguna cosa fuera de sí mismo para hacer lo que Él no quiere hacer. Si Dios fuese infeliz, si Él fuese en algún modo deficiente, entonces Él podría de hecho ser de alguna manera presionado a hacer lo que Él no quiere hacer, buscando completar su deficiencia y finalmente ser feliz.

Nosotros somos así. Venimos a este mundo no sabiendo casi nada y pasamos años educándonos o aprendiendo en “la escuela de la vida.” Tanto padres como maestros nos mandan a hacer cosas que no nos gusta hacer, porque las necesitamos para superar alguna deficiencia personal, para aumentar nuestro conocimiento o fortalecer nuestros cuerpos o refinar nuestros modales.

Pero Dios no es así. Él ha sido completo y sobreabundante en satisfacción desde la eternidad. Él no precisa ninguna educación. Nadie puede ofrecerle algo que no proceda ya de Él. Y por lo tanto nadie puede sobornarlo o coercionarlo de ningún modo. No se puede sobornar a un arroyo de montaña con vasos de agua del valle. De modo que Dios no hace lo que hace con resentimiento o bajo coerción externa como si alguna situación imprevista o inesperada lo hubiese acorralado o atrapado.

Todo lo contrario. Debido a que Él es completo y extremadamente feliz y sobreabundantemente satisfecho en la comunión de la Trinidad, es libre e ilimitado en todo lo que hace. Sus hechos son el desbordamiento de su gozo. Esto es lo que significa cuando las Escrituras dicen que Dios hace algo según el “puro afecto” de su voluntad. Significa que nada fuera del deleite propio de Dios, del placer que Él tiene en todo lo que Él es, o sea nada más que ese placer ha constreñido sus elecciones y sus acciones.

Esto nos lleva al tema del mensaje de hoy, “El deleite de Dios en todo lo que Él hace”, y nuestro texto en el Salmo 135.

El Salmo comienza llamándonos a alabar al Señor: “Alabad el nombre del Señor; Alabadle, siervos del Señor.” Luego, a partir del versículo 3, el salmista nos da razones por las cuales debiéramos sentir la alabanza hacia Dios brotar en nuestros corazones. Por ejemplo dice, “Porque el Señor es bueno”. La lista de motivos de alabanza continúa hasta versículo el 6, y éste es el versículo clave para este estudio:

“Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos”

Salmo 115:3 dice la misma cosa:

“Nuestro Dios está en los cielos; él hace lo que le place.”

Este versículo enseña que siempre que Dios actúa, Él lo hace tal como le gusta hacerlo. Dios nunca se ve forzado a hacer algo que Él desprecia. Él nunca se encuentra acorralado de tal modo que su única opción es hacer algo que Él aborrece hacer. Él hace lo que le place. Y por lo tanto, ese es un sentido en el cual Él encuentra placer en todo lo que hace.

Isaías utiliza la misma palabra hebrea (como sustantivo) en Isaías 46:10, donde el Señor dice,

“Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré.”

Basándonos en estos textos y muchos otros debemos arrodillarnos delante de Dios y alabar su libertad soberana, de que siempre, al menos en algún sentido, finalmente El actúa libremente, según su propio “buen placer”, siguiendo lo que sus propios deleites le dictan. Él nunca se convierte en una víctima de las circunstancias. Nunca se lo ve forzado a ingresar a una situación donde Él deba hacer algo en lo cual no pueda regocijarse.

Éste es un retrato glorioso de Dios en su libertad soberana, haciendo todo lo que Él quiere y logrando cumplir todo lo que le place. Pero sería un retrato borroso, un poco fuera de foco si parásemos aquí. Para enfocarlo y hacerlo más nítido debemos hacernos esta pregunta: ¿Cómo puede Dios decir en Ezequiel 18:23 y 32 que Él no se complace en la muerte de ningún impío, si de hecho Él lleva a cabo todo lo que lo deleita y hace todo lo que le place?

En Ezequiel 18:30, Dios advierte a la casa de Israel del juicio inminente: “Por lo tanto, os juzgaré, a cada uno conforme a su conducta, oh casa de Israel – declara el Señor Dios-” Y los insta al arrepentimiento: “Arrepentíos y apartaos de todas vuestras transgresiones.” Al final del versículo 31 dice, “¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Pues yo no me complazco en la muerte de nadie- declara el Señor Dios-. Arrepentíos y vivid”.

Ésta parece ser una imagen muy diferente a aquella que vimos en Salmo 135, en lo cual Dios hace lo que a Él le place. Aquí Él parece estar arrinconado. Parece forzado a juzgar cuando realmente no quiere hacerlo. Pareciera que está por hacer algo que no le agrada. ¿Va a lograr Dios su complacencia o no? ¿Es Dios realmente libre de hacer todo según su buen agrado? ¿O será que su soberana libertad tiene límites? ¿Puede Él hacer todo lo que le complace hasta cierto punto, pero después de ese punto se ve obligado a hacer cosas que le causa pena hacer?

Podríamos solucionar el problema regresando al Salmo 135, y diciendo que Dios hace todo lo que Él quiere en el mundo natural pero no en el ámbito personal. Después de todo el versículo 7 dice:

“El hace subir las nubes desde los extremos de la tierra, hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos.”

Sin embargo este intento de limitar la libertad de Dios a la esfera de lo natural no sirve por dos razones:

1) En primer lugar, si Dios controla el viento y lo hace soplar cuando y donde Él quiere – lo que es cierto (recuerden las palabras de Jesús “¡Cálmate! ¡Sosiégate!”) – entonces Dios es responsable, a lo largo de los siglos, por la muerte de miles de personas ahogadas debido a tormentas, huracanes, tornados, monzones y tifones que Él ha sacado de sus “depósitos”.

Así que cuando el Salmo 135 dice que el Señor hace lo que a Él le agrada, tiene que incluir el quitar vidas en el mar a través del viento que solamente Él controla.

2) Pero este texto no nos permite extraer semejantes inferencias implícitas. El Salmista continúa en los versículos 8-11 diciendo que el éxodo de Egipto fue la demostración más impresionante de la libertad soberana de Dios:

Versículo 8: Hirió a los primogénitos de Egipto, tanto de hombre como de bestia.
Versículo 10: Hirió a muchas naciones, y mató a reyes poderosos.

Ésta es la segunda razón por la cual en este Salmo la libertad de Dios no puede ser limitada sólo al reino natural. Cuando el salmista dice en versículo 6: “Todo cuanto el Señor quiere, lo hace”, no se refiere implícitamente sólo a las tragedias debidas al viento; también explícitamente se refiere a la destrucción de los egipcios rebeldes, y de naciones y reyes. Éste es el alcance de lo que Dios hace cuando Él hace lo que le place.

Así que por un lado Ezequiel dice que Dios no se complace en la muerte de personas impenitentes, y por otro en el Salmo 135 dice que Dios hace lo que Él quiere, incluyendo la muerte de personas impenitentes. Y el mismo verbo hebreo se usa tanto en el Salmo 135:6 (”querer”) como en Ezequiel 18:32 (”complacer”).

Antes de sugerirles una solución a este problema, déjeme complicarlo.

Muchos cristianos hoy en día no tienen ningún problema con la idea de un Dios obligado a hacer cosas que no quiere hacer. Y es fácil suponer que una respuesta a lo que hemos visto hasta ahora sería decir que hemos creado un problema artificial, porque el Salmo 135 no dice de hecho que Dios disfrutó de destruir a los egipcios.

Quizás alguien diga que “hacer todo cuanto Él quiere” en el Salmo 135:6 es sólo una manera figurativa de decirlo, y no conlleva el sentido de placer o deleite. Entonces también dirían que Dios sólo se entristece cuando Él tiene que juzgar a pecadores impenitentes, y que bajo ningún sentido está haciendo lo que hace porque le place.

En respuesta a esto yo repetiría que la misma palabra usada en Salmo 135:6 con respecto a Dios “queriendo” es la que se utiliza en Ezequiel 18:32 donde Dios “no se complace”. Después prestaría atención a Deuteronomio 28:63 donde Moisés advierte sobre el juicio venidero al impenitente Israel. Sin embargo esta vez se dice algo sorprendentemente diferente de lo que se dice en Ezequiel 18:32,

Y sucederá que tal como el Señor se deleitaba en vosotros para prosperaros y multiplicaros, así el Señor se deleitará en vosotros para haceros perecer y destruiros. (Compare con Proverbios 1:24-26; Apocalipsis 18:20; Ezequiel 5:13)

Regresamos entonces al hecho ineludible de que en algún sentido Dios no se deleita en la muerte de los impíos (que es el mensaje de Ezequiel 18), y que en algún sentido sí se deleita (que es el mensaje de Salmo 135:6-11 y de Deuteronomio 28:63).

Les he recomendado una solución antes y la voy a recomendar de nuevo: esto es, que la muerte y la miseria del impenitente, en si misma y por si misma no le causa ningún placer a Dios. Dios no es sádico. Él no es malvado ni está sediento por derramar sangre. Más bien, cuando una persona rebelde, impía e incrédula es juzgada, lo que complace a Dios es la vindicación de la verdad, de la bondad, de su propio honor y gloria.

Cuando Moisés le advierte a Israel que el Señor se deleitará en traer ruina sobre ellos y en destruirlos si no se arrepienten, lo que él quiere decir es que aquellos que se han rebelado contra el Señor y que han rechazado el arrepentimiento no se podrán jactar de que han hecho sufrir al Todopoderoso. Todo lo contrario. Moisés dice que cuando ellos sean juzgados involuntariamente le darán a Dios una oportunidad para regocijarse en la demostración de su justicia, de su poder y del valor infinito de su gloria.

Que ésta sea una advertencia para nosotros en esta mañana. Dios no será burlado. No está atrapado, ni arrinconado, ni forzado. Aún camino al Calvario Él tenía legiones disponibles a su orden. “Yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad.” - de mi propio buen placer, por el gozo puesto delante de mí. En el único momento en la historia del universo cuando parecía que Dios estaba atrapado, estaba totalmente en control, haciendo precisamente lo que Él quería hacer – morir para justificar a impíos como tú y yo.

Asombrémonos y maravillémonos hoy de que: “Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que Él quiere.” Amén.

Dios todopoderoso y Padre de misericordia, te alabamos por tu eterna felicidad en la comunión de la Trinidad; porque tú eres un Dios infinitamente desbordante; satisfecho con el panorama de tus propias perfecciones reflejadas en la gloria radiante de tu Hijo. Y te alabamos porque tú eres libre y soberano en tu propia autosuficiencia y no puedes ser sobornado o forzado debido a alguna deficiencia o anhelo de tu corazón. Te alabamos porque tu plan y tu consejo son gobernados no por nuestra voluntad sino por tu buen placer.

Más recursos: GospelTranslations.org.
By John Piper. © Desiring God. Website: desiringGod.org.

Cinco Pasos Fáciles

December 26th, 2008 by admin

A principios de esta semana hablé con un amigo cercano que recientemente había atravesado un periodo lleno de decepciones personales, desalientos, injusticias e incluso falsos rumores acerca de su carácter y su servicio cristiano. Su respuesta me conmovió y me impresionó. “Mi gran consuelo es simplemente este”, dijo, “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Tim. 6:6).”

Esta reacción ante la adversidad (que es el contexto en que el contentamiento cristiano es probado y también es manifestado) nunca es el resultado de una decisión momentánea de la voluntad, tampoco se produce simplemente por tener un plan de manejo del tiempo y de la vida bien ordenado y bien pensado para protegernos contra los giros de la divina providencia. Significa estar contento con la voluntad del Señor en cada aspecto de Su providencia. Es, por tanto, una cuestión de lo que somos, de nuestro mismo ser; y no puede ser logrado simplemente por más hacer.

Ser y Hacer

El contentamiento es una gracia poco valorada. Al igual que en el siglo diecisiete cuando Jeremiah Burroughs escribió su gran obra sobre este tema, hoy en día sigue siendo “Una Joya Rara”. Si se la pudiera producir por medios predeterminados (“Cinco pasos para lograr el contentamiento en un mes”), sería muy común. Sin embargo, los cristianos debemos descubrir el contentamiento a la manera antigua: debemos aprenderlo.

Por lo tanto, no podemos “hacer” el contentamiento. Este es enseñado por Dios; nosotros somos instruidos en el. Este es parte del proceso de transformación por medio de la renovación de nuestras mentes (Rom. 12:1–2). Este nos es encomendado, pero paradójicamente, es hecho a nosotros, y no por nosotros. No es el resultado de una serie de acciones, sino de un carácter renovado y transformado. Solo buenos árboles dan buenos frutos.

Pocos principios parecen ser más difíciles de comprender para los cristianos de hoy. Direcciones claras para la vida cristiana son esenciales para nosotros. Pero lamentablemente, mucha de la enseñanza altamente programática actual pone tanta importancia en el hacer y lograr externamente, que se menosprecia el desarrollo del carácter. Los cristianos en los Estados Unidos especialmente deben reconocer que viven en la sociedad más pragmática del mundo (si alguien puede “hacerlo”, nosotros podemos). Es doloroso para el orgullo descubrir que la vida cristiana no se basa en lo que podemos hacer, sino en lo que necesitamos que nos sea hecho.

Hace algunos años tuve un encuentro algo doloroso con la mentalidad del “dinos qué hacer y lo haremos”. A la mitad de la conferencia de estudiantes cristianos, fui llamado a una reunión con una delegación de miembros del personal que sintió que era su deber confrontarme por la insuficiencia de mis dos exposiciones sobre las Escrituras. El tema era Conociendo a Cristo. “Usted nos ha hablado durante dos horas”, se quejaron, “y todavía no nos ha dicho una sola cosa que podamos hacer.” La impaciencia por hacer escondía impaciencia al principio apostólico que es solo en conocer a Cristo que nosotros podemos hacer todas las cosas (cf. Fil. 3:10; 4:13).

¿Cómo se aplica esto al contentamiento, el tema principal de este mes en Tabletalk (“Conversaciones de Sobremesa”)?

El contentamiento cristiano significa que mi satisfacción es independiente de mis circunstancias. Cuando Pablo habla sobre su propio contentamiento en Filipenses 4:11, él usa un término común entre las escuelas antiguas de filosofía Griega de los Estoicos y los Cínicos. En su vocabulario, contentamiento significaba autosuficiencia, en el sentido de independencia de las circunstancias cambiantes.

Pero para Pablo, el contentamiento se basa, no en autosuficiencia, sino en la suficiencia de Cristo (Fil. 4:13). Pablo dijo que lo podía todo—tanto ser rebajado como ser prosperado—en Cristo. No pases por alto esta última frase. Es precisamente esta unión con Cristo y el descubrir Su capacidad la que no podemos activar con una decisión del momento. Es el fruto de una relación continua, íntima, profundamente desarrollada con Él.

Usando los términos de Pablo, el contentamiento es algo que debemos aprender. Y este es el meollo del asunto: ¿cómo aprendemos a estar contentos? Debemos inscribirnos en la escuela divina, en la que somos instruidos mediante la enseñanza bíblica y experiencia providencial.

Un buen ejemplo de las lecciones de esta escuela se encuentra en el Salmo 131.

Un Ejemplo Bíblico

En el Salmo 131, el Rey David nos da una vívida descripción de lo que significa para él aprender sobre el contentamiento. Relata su experiencia en los términos de un niño que está siendo destetado y comenzando a ingerir comida sólida: “Sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma. (Salmos 131:2).

Imagínate la escena y escucha los sonidos. Será más vivido si recuerdas que en los tiempos del Antiguo Testamento ¡el destete no se daba sino hasta que el niño cumplía tres o cuatro años! Es bastante difícil para una madre sobrellevar el llanto de frustración de un niño, su rechazo hacia la comida sólida, y la lucha de voluntades durante el proceso de destete. ¡Imagínate luchando con un niño de cuatro años! Así fue la lucha que David tuvo antes de aprender lo que era el contentamiento.

Dos Grandes Problemas

¿Pero de qué se trataba esta lucha? Nuevamente David nos ayuda, sugiriendo los dos grandes asuntos que debían ser calmados en su vida.

“Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos (Salmos 131:1). Él no quiere decir que la ambición en sí es necesariamente mala. Después de todo, él mismo había sido separado para el trono (1 Sam. 16:12–13), pero tenía una mayor ambición: confiar en la sabia provisión, lugar, y tiempo de Dios.

Recuerda las ocasiones en que pudo haber tomado la posición y poder, por medios que habrían comprometido su compromiso con el Señor. Primero, Saúl llegó a la misma cueva en donde David y sus hombres se estaban escondiendo (1 Sam. 24:6). Después, David y Abisai se acercaron sigilosamente a la tienda de Saúl y lo encontraron dormido (1 Sam. 26:9–11). Pero mientras esto sucedía, él se sentía contento viviendo de acuerdo con la palabra de Dios, y esperando pacientemente el tiempo de Dios.

El contentamiento cristiano es, entonces, el fruto de no tener una ambición más grande que pertenecer al Señor y estar totalmente a su disposición, en el lugar que Él indique, en el momento que Él escoja, con la provisión que Él quiera hacer.

Fue entonces, con sabiduría madura, que el joven Robert Murray M‘Cheyne escribió, “Siempre ha sido mi ambición no tener planes para mi mismo”. “¡Qué inusual!” decimos. Si, pero lo que la gente notó en M‘Cheyne es que lo inusual no fue lo que él hizo o dijo- sino lo que él era y su manera de serlo. Eso, en cambio, es el resultado de estar contento con una ambición motivadora: “quiero conocer a Cristo” (Fil. 3:10). No es accidente que, cuando hacemos de Cristo nuestra ambición, descubrir que Él se vuelve suficiente para nosotros y aprendemos a estar satisfechos en toda y cada una de las circunstancias.

“No ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí;”. (Salmos 131:1). El contentamiento es el fruto de una mente que comprende sus limitaciones.

David no se permitió estar preocupado por lo que a Dios no le había placido darle, tampoco permitió que su mente se concentre en las cosas que Dios no quería explicarle.

Tales preocupaciones sofocan el contentamiento. Si insisto en saber exactamente lo que Dios está haciendo en mis circunstancias y lo que Él planea hacer con mi futuro, si yo exijo comprender cuáles fueron Sus caminos para mí en el pasado, nunca podré estar contento, completamente, hasta que yo mismo me haya vuelto igual a Dios. Cuán lentos somos para reconocer en estas sutiles tentaciones mentales los ecos de la serpiente del Edén susurrando, “Expresa tu descontento con los caminos de Dios, con las palabras de Dios, con la provisión de Dios.”

En nuestra tradición Agustina frecuentemente se ha dicho que el pecado original fue la superbia, el orgullo. Pero era más complejo que eso; incluía descontento. Cuando vemos las cosas a esa luz, reconocemos qué cosa tan impía un es espíritu descontento.

Mantén estos dos principios en mente y no serás atrapado tan fácilmente por este remolino mundano del descontento. Vuelve a la escuela en la que progresaras en el camino de ser cristiano. Estudia tus lecciones, resuelve el tema de la ambición, haz a Cristo tu preocupación, y aprenderás a gozar los privilegios de estar realmente contento.

Más recursos: GospelTranslations.org.
By Sinclair Ferguson. © Ligonier Ministries. Website: Ligonier.org.

Sustentados por Gracia Soberana – Para Siempre

December 19th, 2008 by admin

Jeremías 32:36-41

Y con todo, ahora así dice Jehová Dios de Israel a esta ciudad, de la cual decís vosotros: “Entregada será en mano del rey de Babilonia a espada, a hambre y a pestilencia,” 37 “He aquí que yo los reuniré de las tierras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo e indignación grande; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente. 38 y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios; 39 Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. 40 Y haré con ellos pacto eterno, que no me volverá atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. 41 Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma.” 42 Porque así ha dicho Jehová: “Como traje sobre este pueblo todo este gran mal, así traeré sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo.”

¿Qué es Gracia Sustentadora?

Estamos celebrando 125 años de gracia sustentadora de Dios. ¿Qué es eso? ¿Qué es gracia sustentadora? Permítanme ponerlo en una rima de cuatro líneas:

No la gracia para vedar lo que no es alegría,
Ni huir de la angustia, más bien diría:
La gracia que ordena nuestro problema y nuestro penar,
Y luego, en la oscuridad, está ahí para sustentar.

Enfatizo esto porque el celebrar una gracia que veta lo que no es dicha, y da un escape de toda angustia y no ordena nuestro dolor, sería bíblicamente falso y empíricamente irreal.

. . . En una Colisión Casi Fatal

Nuestra experiencia y la Biblia nos enseñan que la gracia no impide el dolor, sino que ordena, acomoda y mide nuestro dolor, y luego en la oscuridad está ahí para sustentar. Por ejemplo ayer, Bob Ricker, el presidente de la Conferencia General Bautista, habló de preciosos recordatorios de la gracia sustentadora de Dios. No hace ni diez años que la hija de Bob y de Dee estuvo en un accidente grave automovilístico. Ella está viva hoy día por una razón. En el carro detrás de ella estaba un doctor quien casualmente tenía un tubo de aire en su bolsa. Cuando llegó con ella ya se estaba poniendo azul. Él forzó el tubo dentro de su garganta y le salvó la vida. En su boda unos años después, Bob le dijo: esas cicatrices faciales con las que tienes que vivir – son recuerdos de la gracia sustentadora.

Pero Bob Ricker no es ingenuo. Él sabe que si Dios puede ordenar que en el carro de atrás haya un doctor, y que éste doctor tenga un aparato respiratorio en su bolsa, y que tenga la mente dispuesta para usarla en forma salvadora, entonces éste Dios es completamente capaz de impedir el accidente en primer lugar. De hecho, antes Bob había citado Efesios 1:11, “Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.” Y enfatizó: “Todas las cosas, significa todas las cosas”—incluyendo, supongo, las rutas de los carros y aviones y de las flechas y balas. Eso fue la inspiración para mi pequeño poema, “¿Qué es Gracia Sustentadora?”

No la gracia para vedar lo que no es alegría, Ni huir de la angustia, más bien diría: La gracia que ordena nuestro problema y nuestro penar,Y luego, en la oscuridad, está ahí para sustentar.

. . . Cuando el Carro se Descompone

El sábado, hace dos semanas, Noel y Abraham y Barnabas y Talitha viajaban a Georgia en el carro y se descompuso en un tramo solitario a casi una hora al sur de Indianápolis. El radiador estaba arruinado. Un campesino de más de sesenta años se detiene y les ofrece ayuda. Noel dice que ella supone que necesitan un motel y espera que el lunes por la mañana pueda haber un taller abierto para trabajar en el carro. El campesino dice, “¿Les gustaría quedarse conmigo y con mi esposa?” Noel vacila y no los quiere molestar. Él dice, “El Señor dijo que cuando servimos a otros, es como servirle a él.” Ella dice, “Bueno, ¿podríamos ir a la iglesia con usted en la mañana?” El dice, “Si pueden aceptar una iglesia Bautista.”

Así que ellos se quedan con el campesino, quien también es un mecánico de aviación, y diagnostica el problema, va al pueblo el lunes en la mañana, compra un radiador nuevo, regresa, lo instala sin costo, y manda a la familia en su camino. Mientras tanto Barnabas ha sacado su caña de pescar del carro y atrapa un bagre de diecinueve pulgadas—como el toque final.

El Dios que puede hacer que un campesino se detenga para ayudar a Noel y se encarga de que sea un Cristiano (¡incluso un Bautista!), y que él y su esposa tengan espacio para que la familia se quede, y que es un mecánico, y que encuentra el radiador a primera hora el lunes por la mañana, y que está dispuesto a tomar el tiempo, y que tiene un estanque con bagres—éste Dios es perfectamente capaz de evitar que el radiador explote en medio de Indiana.

. . . Cuando La Sanidad No Sucede

Pero en este mundo caído de futilidad eso no es todo lo que la gracia sustentadora hace.

No la gracia para vedar lo que no es alegría, Ni huir de la angustia, más bien diría: La gracia que ordena nuestro problema y nuestro penar, Y luego, en la oscuridad, está ahí para sustentar.

Uno de los jóvenes en nuestra iglesia está pasando por grandes problemas en este momento que están probando su fe casi al límite. Recientemente me dijo: sería más fácil si Jesús no hubiera sanado y en su lugar hubiera dado gracia para soportar la ausencia de la sanidad. Una de las cosas que le dije fue esto: Eso es exactamente lo que Jesús hizo—y por esa misma razón—en 2 de Corintios 12:9-10. La gracia de Dios manda que Pablo tenga un aguijón en la carne para bien de su humildad y después no lo quitará en respuesta a la oración. Sino que él dice,

Bástate mi gracia [sustentadora], porque mi poder se perfecciona en la debilidad.

A lo que Pablo contesta,

Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el amor. 10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

No la gracia para vedar lo que no es alegría,
Ni huir de la angustia, más bien diría:
La gracia que ordena nuestro problema y nuestro penar,
Y luego, en la oscuridad, está ahí para sustentar.

. . . Cuando la Iglesia se Incendia

El Lunes, 16 de Marzo de 1885, cuando la Iglesia Bautista Belén tenía 14 años y estaba ubicada en la esquina de la Avenida 12 y Calle 6 (donde ahora se encuentra la Compañía Douglas), la iglesia se incendió. Se arruinó hasta no poderse reparar. Pero en esa oscuridad hubo una maravilla de la gracia de Dios. La parte del techo donde los bomberos se pararon fue la única parte que no se cayó. Y dentro de siete semanas la iglesia había comprado el edificio de la Segunda Iglesia de Congregación donde adoramos durante 106 años hasta que este edificio fue terminado en 1991.

Ahora, el Dios que puede guardar a los bomberos al sostener parte de un techo debilitado, y que puede proveer un edificio nuevo y mejor en siete semanas, pudo haber impedido el fuego en primer lugar.

Espero que este punto esté claro: Estamos celebrando la gracia sustentadora.

La gracia que ordena nuestro problema y nuestro penar,
Y luego, en la oscuridad, está ahí para sustentar.

Dios no Siempre Retiene la Calamidad

Nuestro texto en Jeremías 32 es acerca de este tipo de gracia sustentadora, y tiene la clave de porque la Iglesia Bautista Belén está viva hoy día en la ciudad después de 125 años de pruebas. Jerusalén y el pueblo elegido de Dios están en oscuridad y angustia. Y es Dios quien lo ha dispuesto así. Vea el versículo 36: “Y con todo, ahora así dice JEHOVÁ Dios de Israel a esta ciudad, de la cual decís vosotros: ‘Entregada será en mano del rey de Babilonia a espada, a hambre y a pestilencia.’” Por eso es que dicen. Y es cierto. La gracia no les ha guardado de esta calamidad. Ni la gracia de Dios le guardará a usted de su calamidad señalada.

Pero lo que ellos Dios tiene la última palabra. Y es una palabra de gracia. Versículo 37: “He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo e indignación grande; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguros.” Así declara Dios que él ha mandado el problema y el dolor. “Yo los eché” a estas tierras extranjeras. Y él declara que él mismo los librará y los regresará a él y a su tierra. En otras palabras, la gracia soberana triunfará eventualmente sobre la calamidad.

¿Cómo Podemos Estar Seguros del Triunfo de la Gracia?

¿Cómo podemos estar seguros del triunfo de la gracia? Si Dios es un Dios de justicia que puede enviar a Israel a un exilio devastador donde muchos son perdidos por su pecado y desobediencia, entonces ¿cómo podemos tener la confianza que esto no le pasará ahora al pueblo escogido de Dios—la iglesia, la novia de Cristo, el Israel verdadero, usted y yo, que hemos sido llamados a la comunión de su Hijo? Es una cosa preguntar: ¿por qué ha prevalecido Belén durante 125 años? Pero una pregunta aun más urgente es: ¿cómo podemos estar seguros de que la gracia triunfará para Belén y en nuestras propias vidas en el futuro? ¿Cómo puede usted estar seguro de que la gracia le sostendrá hasta el final en la fe y santidad que lo trae salvo al cielo?

De eso se trata el resto de este texto. La respuesta es: la gracia para el pueblo elegido de Dios es gracia soberana. Es decir, la gracia sustentadora es gracia omnipotente. Es la gracia que vence todo obstáculo y conserva la fe y la santidad que nos llevan al hogar celestial. Esta es nuestra única confianza segura para el futuro. Usted y yo, en nuestro interior, somos absolutamente inconstantes e infieles. Si fuéramos dejados a nuestros propios poderes de perseverar, haríamos de nuestra fe un naufragio, es seguro. Es por esto que los santos han orado por siglos,

OH a la gracia cuan grande deudor
Diariamente estoy obligado a ser!
Que tu bondad como un grillete
Sujete mi errante corazón a ti:
Propenso a vagar, Dios lo siento,
Propenso a dejar al Dios que amo;
Aquí está mi corazón, OH, tómalo y séllalo;
Séllalo para tus atrios de arriba.

¿Es esa la forma en que los santos deberían orar? ¿Es esa la forma de orar por su futuro y por el de Belén? ¿Es esa una forma bíblica para orar? Haz tu bondad como un grillete—una cadena—que sujete mi errante corazón a ti. Sella mi corazón con un lazo irrompible para los atrios del cielo. En otras palabras: ¡Guárdame! ¡Consérvame! ¡Derrota toda rebelión que surja! ¡Vence toda duda insignificante! ¡Libera de toda tentación destructiva! ¡Anula todo encanto fatal! ¡Muestra toda decepción demoníaca! ¡Destruye todo argumento arrogante! ¡Fórmame! ¡Doblégame! ¡Sostenme! ¡Domíname! Haz lo que tengas que hacer para mantenerme confiando y teniendo temor de ti hasta que Jesús venga o nos llame. ¿Podemos—deberíamos—orar y cantar así?

La respuesta de este texto es sí. Esa clase de canto y oración está arraigada en la promesa del nuevo pacto de gracia soberana y sustentadora. Leámoslo. Tome en cuenta que: esta es una de varias promesas del Antiguo Testamento del nuevo pacto que Jesús dijo que él selló con su propia sangre para todos los que están en él. No es sólo para los Judíos, sino para los que son Judíos verdaderos en virtud de la unión con Jesús, la simiente de Abraham (Gálatas 3:7, 16). Jeremías 32:38-41 dice,

Y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios; 39 Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente, para que tengan bien ellos, y sus hijos después de ellos. 40 Y haré con ellos pacto eterno, que no me volverá atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. 41 Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma.

Cuatro Promesas de la Gracia Soberana y Sustentadora

Observe cuatro promesas de gracia soberana, sustentadora.

1. Dios Será Nuestro Dios

Dios promete ser nuestro Dios. Versículo 38: “Y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios.” Todas las promesas para su pueblo se resumen en esta: “Yo seré vuestro Dios.” Esto es, Yo usaré todo lo que soy como Dios—toda mi sabiduría, todo mi poder, y todo mi amor—para asegurar que sigan siendo mi pueblo. Todo lo que soy como Dios, ejerceré por vuestro bien.

2. Dios Promete Cambiar Nuestros Corazones

Dios promete cambiar nuestros corazones y hacernos amarle y temerle. Versículo 39: “Y les daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente . . . (v. 40b) Y pondré mi temor en el corazón de ellos.” En otras palabras, Dios no sólo se quedará viendo si nosotros, por nuestros propios poderes, le temamos; él nos dará soberana, suprema y misericordiosamente el corazón que necesitamos tener, y nos dará la fe y el temor de Dios que nos llevará al hogar celestial. Esto es gracia soberana y sustentadora. (Vea Deuteronomio 30:6; Ezequiel 11:19-20; 36:27.)

3. Dios Promete que No Nos Alejaremos de Él

Dios promete que él no se apartará de nosotros ni nosotros de él. Versículo 40: “Y haré con ellos pacto eterno, que no me volverá atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí.” En otras palabras, el trabajo que hace en nuestro corazón es tan poderoso que él garantiza que no nos apartaremos de él. Esto es lo que es nuevo acerca del nuevo pacto: Dios promete realizar, en su poder, las condiciones que nosotros tenemos que cumplir. Tenemos que temerle y amarle y confiar en él. Y él dice, Yo me encargaré. Yo “pondré el temor a mí en sus corazones”—no para ver lo que harán con ello, sino en forma tal que “ellos no se apartarán de mí.” Esto es gracia soberana y sustentadora.

4. Dios Promete Hacer Esto con Vehemencia Infinita

Finalmente, Dios promete hacer esto con la más grande vehemencia imaginable. Él expresa esto en dos formas, una al principio y otra al final del versículo 41: “Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma.” Él dice primero que ejecutará su gracia soberana y sostenedora con alegría: “Y me alegraré con ellos haciéndoles bien.” Después dice (al final del versículo 41) que él ejecutará su gracia soberana, sostenedora “con todo [su] corazón y con toda [su] alma.”

¿Qué tan Grande es el Deseo de Dios para Hacerle Bien?

Él se regocija en sostenerle y se regocija con todo su corazón y con todo su alma. Ahora le pregunto, no con alguna exageración de sermón o acierto teórico o con algún sentido de exageración en absoluto—le pregunto, le reto, ¿puede usted concebir una intensidad de deseo que es mayor que un deseo facultado por “todo el corazón y todo el alma de Dios”? Suponga que tomó todo el deseo por la comida y sexo y dinero y fama y poder y sentido y amigos y seguridad en los corazones y almas de todos los seres humanos en la tierra—digamos cerca de seis billones—y usted pone todo ese deseo, multiplicado por todos esos seis billones de corazones y almas, dentro de un contenedor. ¿Cómo se compararía al deseo de Dios para hacerle el bien implícito en las palabras, “contodo su corazón y con todo su alma”? Se compararía como un dedal con el Océano Pacífico. Porque el corazón y el alma de Dios son infinitos. Y los corazones y las almas del hombre son finitos. No existe mayor intensidad que la intensidad de “todo el corazón, y toda el alma de Dios.”

Y esa es la intensidad del gozo que él tiene en sostenerle a usted con gracia soberana: “Y me alegraré con ellos haciéndoles bien . . . con todo mi corazón y toda mi alma.” Algunos de ustedes pueden estar saboreando la dulzura de esta gracia por primera vez esta mañana. Esa es la obra del Espíritu Santo en su vida, y le insto a ceder a ella y a ser dominado por la gracia soberana y sostenedora.
Otros de ustedes han vivido en esta dulce convicción por décadas y simplemente se unen conmigo esta mañana en el regocijo sobre esta gloriosa realidad en nuestras vidas. Les invito a todos a cantar conmigo, a bendecir al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo por la gracia soberana y sustentadora que nos ha sostenido como una iglesia por 125 años y guardará a los escogidos de Dios en la fe hasta que Jesús venga o nos llame.

No la gracia para vedar lo que no es alegría,
Ni huir de la angustia, más bien diría:
La gracia que ordena nuestro problema y nuestro penar,
Y luego, en la oscuridad, está ahí para sustentar.

Bendigamos juntos al Señor con el himno #9, “Cantad Alabanza al Padre”—y cuando lleguemos al verso 3, deléitese conmigo en esta verdad que el Espíritu fortalece, y persuade, y subyuga, y sella y nos presenta sin mancha ante Dios.

Translated by GospelTranslations.org.
By John Piper. © Desiring God. Website: DesiringGod.org.

Prédica de Prosperidad: Engañosa y Mortal

December 12th, 2008 by admin

Cuando leo acerca de estas iglesias que predican prosperidad, mi respuesta es: “Si no fuera cristiano, no quisiera serlo.” En otras palabras, si éste es el mensaje de Jesús, no gracias.

Atraer a la gente hacia Cristo para hacerlos ricos es engañoso y mortal. Es engañoso porque cuando Jesús mismo nos convocó, dijo cosas como esta: “Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33.) Y es mortal, porque el deseo de hacerse rico, provoca que “la gente se desplome en la ruina y en la destrucción” (Timoteo 6:9.) Asi que, he aquí mi súplica a los predicadores del Evangelio.

1. No desarrollen una filosofía de ministerio que dificulta a la gente llegar al cielo.

Jesús dijo ¡“Cuan difícil será para aquellos que posean riquezas, entrar en el Reino de Dios!” Sus discípulos estaban atónitos, como lo deberían estar los muchos que están involucrados en el movimiento de “prosperidad”. Entonces, Jesús siguió aumentando la sorpresa cuando dijo: ”Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que una persona rica entre al en Reino de Dios.” Ellos respondieron con escepticismo, ¿”Entonces, quién puede ser salvado?” Jesús dice: “Para el hombre es imposible, pero no lo es para Dios, ya que todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:23-27.)

Mi pregunta para los predicadores de prosperidad es: ¿Por qué querrían desarrollar un foco de ministerio que dificulta que la gente llegue al cielo?

2. No desarrollen una filosofía de ministerio que enciende en la gente deseos de suicidio.

Pablo dijo, “Existe gran ganancia en la piedad con alegría, ya que nosotros no hemos traído nada al mundo, y no podemos tomar nada del mundo. Pero si tenemos alimentos y vestido, con ello estaremos contentos.” Pero luego advirtió contra el deseo de ser rico. E implícitamente, advirtió contra los predicadores que instigan el deseo de ser ricos en ves de ayudar a la gente deshacerse de ello. Advirtió: “Aquellos que desean ser ricos, caen en la tentación, en la trampa, en muchos deseos insensibles y dañinos que desploman a la gente en la ruina y en la destrucción. Ya que el amor por el dinero es la raíz de todos los males. Es a través de este antojo que algunos han vagado alejándose de la fe y se han retorcido por las puñaladas” (1 Timoteo 6:6-10.)

Entonces, mi pregunta a los predicadores de prosperidad es: ¿Por qué querrían desarrollar un ministerio que incentiva a la gente retorcerse sintiendo puñaladas y a desplomarlos en la ruina la destrucción?

3. No desarrolle una filosofía de ministerio que incentive la vulnerabilidad donde la polilla y el oxido destruyen.

Jesús advierte contra el esfuerzo de almacenar tesoros en la tierra. Es decir, Él nos dice que seamos generosos y no acumuladores de fortuna. “Desean almacenar tesoros para si mismos en la tierra donde a polilla y el oxido la destruyen y donde los ladrones entran en sus hogares y roban, en vez, acumulen tesoros para el cielo, donde ni la polilla ni el oxido destruyen y done los ladrones no entran a robar” (Mateo 6:19.)

Si, todos nos quedamos con algo. Pero, dada la tendencia en nosotros respecto a la avaricia, ¿por qué quitar la mirada de en Jesús y voltearlo al revés?

4. No desarrollen una filosofía de ministerio que hace que el trabajo duro sea un medio para amasar fortuna.

Pablo dijo que no debemos robar. La alternativa radicaba en trabajo duro con nuestras propias manos. Pero el propósito principal no era meramente acumular o aun poseer. El objetivo radicaba en “tener para dar.”Dejen que el Señor les dé trabajo para que trabajen con sus manos, que tenga que dárselo a aquel que lo necesita” (Efesios 4:28) Esta no es una justificación para volverse rico a los fines de dar más. Es una convocatoria para hacer más y guardar menos, de tal modo que puedas dar más. No hay motivo para que una persona que gana $ 200.000 debiera vivir de un modo distinto de aquel que gana $80.000. Encuentre un estilo de vida como en tiempos de guerra, reduzca sus gastos y luego regala el resto.

¿Por qué querría Ud. incentivar a la gente a pensar que deberían poseer riqueza para ser donantes generosos? ¿Por qué no incentivarlos que lleven una vida simple y ser aun un donante más generoso? ¿No añadiría a su generosidad el testimonio que Cristo, y no las posesiones, es su tesoro?

5. No desarrolle una filosofía de ministerio que promueva menos fe en las promesas de Dios de ser para nosotros lo que el dinero no puede ser

La razón por el cual el escritor para los hebreos nos dice que debemos estar contentos con lo que tenemos radica en que lo opuesto implica menos fe en las promesas de Dios. Él dice: “Mantén tu vida libre del amor por el dinero y se feliz con lo que tienes ya que él ha dicho, ‘Jamás os abandonaré ni fallaré’ De tal modo que con confianza decimos “El Señor es mi Salvador, no temeré, ¿qué me pueden hacer los hombres?” (Hebreos 13:5-6.)

Si la Biblia nos dice que estar contentos con lo que tenemos honra la promesa de Dios que jamás nos fallará, ¿por qué desearíamos enseñar a la gente desear ser rica?

6. No desarrolle una filosofía de ministerio que contribuya a que su gente sea ahorcada hasta morir.

Jesús nos advierte que la palabra de Dios, la cual es dada para darnos vida, puede ser ahorcada y desgarrada de cualquier efectividad por parte de las riquezas. Él dice que es como una semilla que crece entre espinas y es ahorcada hasta la muerte. “Ellos son los que escuchan, pero a medida que recorren su camino son ahorcados por los… ricos… de la vida y su fruto no madura.” (Lucas 8:14.)

¿Por qué querríamos incentivar a la gente a perseguir la misma cosa que Jesús advierte que nos ahorca hasta la muerte?

7. No desarrolle una filosofía de ministerio que quite el sazón a la sal y ponga la luz bajo un balde.

¿Qué es lo que hace que los cristianos sean la sal de la tierra y la luz del mundo? No es la riqueza. El deseo de riqueza y el perseguir la riqueza tiene el sabor y luce tal como el mundo. No ofrece al mundo nada distinto de lo que ya cree. La gran tragedia de predicar la prosperidad es que la persona no tiene que estar espiritualmente despierta para poder abrazarla, sólo se necesita ser ambicioso. Hacerse rico en nombre de Jesús no es la sal de la tierra ni la luz del mundo. En esto, el mundo simplemente ve un reflejo de si mismo. Y si funciona, lo compran.

El contexto de lo dicho por Jesús nos muestra qué son la sal y la luz. Son la alegre voluntad de sufrir por Cristo. He aquí lo que dijo Jesús: “Benditos sean los que son injuriados y perseguidos y sufran todo tipo de males en su contra debido a mi nombre. Regocijaos y estén contentos ya que su recompensa es grande en el cielo por eso persiguieron a los profetas que vinieron antes que Uds. Uds. Son la sal de la tierra… Uds. Son la luz del mundo.” (Mateo 5:11-14.)

Lo que hará que el mundo prueba (la sal) y vea (la luz) de Cristo en nosotros no es que amemos la riqueza como ellos. En vez, será la voluntad y la habilidad de los cristianos de amar a los demás a través del sacrificio, regocijándose porque su recompensa está en el cielo con Jesús. Esto es inexplicable en términos humanos. Es sobrenatural. Pero, atraer a la gente con promesas de prosperidad es simplemente natural. No es el mensaje de Jesús. No es por lo que Él murió para lograr.

Translated by GospelTranslations.org.
By John Piper. © Desiring God. Website: DesiringGod.org.